(Publicado en la Carta Semanal 625)
No hay un día que pase sin que salga a la luz –a pesar de los esfuerzos de fiscales, ministros y prensa– un nuevo episodio del cáncer corrupto, sin que se descubra una nueva de las verdaderas metástasis que recorren el cuerpo del PP, así como el cuerpo del aparato de Estado.
A estas alturas, los detalles ya pueden, incluso, aparecer como secundarios, aunque el cuadro que componen cada vez sea más nítido. Ahora sabemos que ya en el año 2014 la dirección del PP sabía que el expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, tenía cuentas en Suiza y evadía dinero. A la defensiva, dicen que no era su deber investigar, que podía tratarse de un calumnia y –para salvarles de la quema– que Cospedal y Rajoy no lo sabían (en caso de creerlo, habría que pensar que el hecho de que el presidente de una de las mayores comunidades autónomas tuviera semejantes manejos, no les pareció una información importante), pero, prudentemente, le apartaron de la lista a las autonómicas. No se ha revelado si, además, le castigaron sin postre.
También se ha sabido que el ministro de Justicia, haciendo gala de la independencia de la fiscalía y del poder judicial –que según nos dicen todos, está garantizada por la Constitución– aseguró a Ignacio González que iba a arreglar el asunto. Por otro lado, utilizando la “táctica del ventilador”, cargan contra Pujol y familia, para intentar ocultar y desviar, aunque, claro está, la dirección de la antigua CDC colabora estrechamente con el aparato de Estado… mientras que por el otro lado, enzarzados en la “desconexión” los independentistas “pasan” de puntillas sobre el asunto Pujol, para no se les caiga su socio de coalición, el PDEC, en pleno fregado del “referéndum”.
¿Y la llamada “oposición?
Que el PP se defienda como gato panza arriba y que el aparato de Estado haga todo lo posible por salvarles entraría, diríamos, en el guión. Pero lo más significativo es la actuación de los partidos, supuestamente de “oposición”.
Tal vez el más descarado sea el PNV, que ha dicho que primero hay que aclarar los hechos, cuando todos los ciudadanos están abrumados por la acumulación de hechos. Mirar para otro lado es el precio –o parte del precio– de una renegociación generosa del cupo. Y sobre todo traduce la opción de sostener el gobierno del PP para impedir que estalle la crisis del régimen.
Pero no es el PNV quien tiene las llaves de la situación.
Ciudadanos, que se declara enemigo acérrimo de la corrupción, aunque haya colocado al PP en el Gobierno Central, y lo mantenga en el gobierno de Madrid, declara cínicamente que las cosas van por buen camino, que el pacto contra la corrupción se está cumpliendo y en plazo inmediato se constituirá en el Congreso la comisión para investigar las cuentas del PP. Con esa tapadera permite que en Murcia siga el PP, con un cambio de Presidente autonómico, mientras que el imputado Pedro Antonio Sánchez sigue como uno de los diputados que sostienen al nuevo gobierno de la Región (y, según algunos comentaristas, sigue manejando los hilos del gobierno autonómico), y se dispone a apoyar los Presupuestos del Estado, garantizando así la continuidad del gobierno Rajoy. Como, al parecer, va a hacer el PNV, lo que juntaría a “nacionalistas” y “antinacionalistas” en un mismo apoyo al gobierno de los corruptos.
Toda la lucha contra la corrupción parece limitarse a lo que ha anunciado la Gestora del PSOE: de acuerdo con Ciudadanos, preparan una Proposición No de Ley para reprobar a Maza y Moix. Una medida “que tendría efectos políticos, pero no efectivos” ¿de quien se ríen? Cada día, en todos los Parlamentos, se aprueban decenas de PNLs, todas ellas sin efecto “efectivo”… y en cuanto a sus efectos políticos… el lector juzgará si el castigo va mucho más allá de dejarles sin postre, como a González. En cualquier caso, ni rozar a Rajoy, sostenerle en el Gobierno por difícil que sea.
Los partidarios de Susana Díaz que controlan la Gestora dan así toda su dimensión a su abstención para que gobernara el PP… para que continúe el gobierno antiobrero y corrupto, puesto que les obliga a sostenerlo una y otra vez. Como Sísifo, se ven obligados a subir la piedra a lo alto de la montaña cada vez que cae. Y no para de caer.
Rompiendo todo ese juego político de defensa de Rajoy, desde el propio Partido Socialista amenazado de desaparición por la política que siguió y por la Gestora, el candidato Pedro Sánchez proponía en la cadena Ser que el grupo socialista haga comparecer a Rajoy ante el pleno y le exijan la dimisión. Poner en el centro la dimisión de Rajoy. Era una exigencia a la Gestora para que cambiase el rumbo, pero emplazaba también al conjunto de las fuerzas que se reclaman de la democracia. ¿Por qué no se sumaban de inmediato IU-Podemos y todo su conglomerado? ¿Y los nacionalistas de izquierdas?
Hay más. ¿Por qué nadie propuso de inmediato manifestaciones masivas y unitarias en todas las ciudades exigiendo la dimisión de Rajoy? Hubieran sido las mayores manifestaciones de los últimos 50 años.
De nuevo se pone sobre la mesa el NO es NO. Porque se demuestra que la única fuerza que mantiene a Rajoy es el cordón sanitario establecido por el PSOE de la Gestora, Podemos y los demás. Como en la película de Steven Spielberg, todos los medios deben ser desplegados a fin de salvar al “soldado Rajoy”.
La moción de censura de Podemos
Pablo Iglesias T. sí respondió. Ignorando la propuesta de Pedro Sánchez, a las pocas horas anunció su moción de censura, exigiendo que todas las demás fuerzas le apoyasen.
La Constitución de 1978 hace una regulación muy restrictiva del mecanismo de las mociones de censura. A fin de asegurar la estabilidad del Régimen, exige que sea un moción “constructiva”. El artículo 113 dispone que “el Congreso de los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción por mayoría absoluta de la moción de censura”, la cual “habrá de incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno”, y el 114 que, si la moción triunfa, “el Gobierno presentará su dimisión al Rey y el candidato incluido en aquélla se entenderá investido de la confianza de la Cámara a los efectos previstos en el artículo 99. El Rey le nombrará Presidente del Gobierno”.
La propia web del Congreso de los Diputados dice que este procedimiento “favorece la estabilidad de los gobiernos, pero una estabilidad artificial, producto de una merma de los procedimientos de control, a la postre de un artificio jurídico, y no del respaldo del Parlamento. La consecuencia de la moción constructiva puede ser la existencia de gobiernos estables, pero al mismo tiempo débiles, porque no sería la confianza parlamentaria lo que explicaría su mantenimiento en el poder sino el blindaje proporcionado por este mecanismo”.
En estas condiciones, la única posibilidad de que una moción triunfe es que quienes la presenten se aseguren la mayoría absoluta de votos para la designación de un nuevo Presidente del Gobierno. Algo que requeriría el acuerdo del PSOE y de Ciudadanos, incluyendo su acuerdo sobre el nombramiento del nuevo presidente del Gobierno. ¿Parece eso posible? Más bien parece bastante difícil, sobre todo si ese acuerdo no se ha buscado antes de anunciar la eventual presentación de la moción.
Entonces, la moción de censura, si llegara a presentarse, no iría más allá de dar protagonismo a quien la presente y defienda, de poner en evidencia al gobierno, y sobre todo de intervenir en la crisis del PSOE. A favor de los dirigentes socialistas que están sosteniendo a Rajoy. En efecto, todo el mundo sabe que Javier Fernández y Susana Díaz no quieren saber nada con Podemos. Pero Pedro Sánchez propone acuerdos de izquierdas, y la maniobra de Iglesias pretendía desacreditar esa propuesta.
En última instancia, la moción no sería sino una medida que tendría efectos políticos, pero no efectivos. Como la PNL de reprobación de Maza y Moix.
¿No debería haber seguido Unidos Podemos, más bien, por el camino que empezó en Madrid, donde el día que estalló el escándalo González y el escándalo de los fiscales nombrados por Rajoy, convocó manifestación ante la sede central del PP? La respuesta fue limitada, pero sin duda, si IU-Podemos hubiese mantenido la convocatoria para los días siguientes, el resultado hubiese podido ser muy importante. Porque sólo la movilización puede resolver esta situación.
En última instancia, por más vueltas que le den unos y otros, la salida que permita acabar con la ciénaga de corrupción no puede salir de combinaciones parlamentarias, que en última instancia sólo servirían para dar la apariencia de que el régimen puede librarse de corruptos por sus propios medios y mecanismos. La única solución es acabar con el régimen.
La única llave la tiene la clase trabajadora
La parálisis parlamentaria sólo puede ser resuelta en la lucha de clases, por medio de la acción unida de la clase trabajadora, con sus organizaciones, arrastrando tras de sí a la mayoría de población oprimida. Más que nunca es la hora de la contraofensiva, por la derogación de las reformas laborales y de la LOMCE, por la defensa del sistema público de pensiones, la recuperación de los servicios públicos asfixiados por los recortes, etcétera…
En esta situación de parálisis y debilidad del gobierno, la afirmación de los sindicatos, de la existencia de la clase obrera como protagonista del cambio social y político, es esencial.