A propósito de Jeremy Corbyn

(Publicado en la Carta Semanal 630)

Durante las primarias del PSOE y tras la victoria de Pedro Sánchez, buena parte de los “comentaristas políticos” han pontificado sobre como la “radicalización del discurso” garantizaba un amplia derrota electoral. Y ponían como ejemplo a Jeremy Corbyn. Pero las últimas encuestas sobre las elecciones británicas muestran un importante avance del voto laborista. Las causas de la caída electoral de los partidos socialdemócratas están en otro lado.

El declive de la socialdemocracia

Los partidos socialdemócratas se establecieron como la principal representación política de las clases trabajadoras en toda Europa a comienzos del siglo XX cuando aparecían como las fuerzas que arrancaban a los regímenes capitalistas las conquistas sociales y democráticas o que gestionaban esas conquistas, aunque pronto abandonaron la lucha por el socialismo, limitándose, en el mejor de los casos, a gestionar las conquistas producto de la lucha de clases. Difícilmente podrían mantener esa posición hoy, cuando se asocian directamente a la gestión de las políticas “de austeridad”, es decir, de recortes sociales y democráticos, de rebaja del valor de la fuerza de trabajo.

Así, el SPD alemán, que inauguró esas políticas bajo el mando de Schroeder, con su “agenda 2010” de recortes sociales y salariales vive desde entonces una prolongada crisis electoral. Martin Schultz, llamado cono su “salvador” electoral, no consigue salvar nada y acaban de perder su bastión del Land de Renania del Norte, centro de la industria pesada alemana. El PASOK griego, que inició la política de brutales recortes, pasó en poco tiempo del 41% al 6% de votos. El Partido Socialista Francés, ejecutor de la reforma laboral (ley El Khomri), aplicándola por decreto-ley contra la masiva movilización obrera, acaba de ver cómo su candidato sacaba un 6% de votos en las elecciones presidenciales. En cuanto al PSOE, la decisión de Zapatero, en mayo de 2010, de recortar salarios, pensiones y derechos, culminando en la reforma express de la Constitución para sacralizar el pago de la deuda, fue el inicio de su actual declive electoral, empezando por la aplastante derrota en las municipales de 2012.

Las elecciones británicas

Cuando decidió convocar las elecciones generales a finales de abril de 2017, la Primera Ministra, Theresa May, pensaba que podría beneficiarse de las divisiones del Partido Laborista para imponer una amplia mayoría conservadora en la Cámara de los Comunes. Con una mayoría estrecha desde 2015, Theresa May tenía que contar también, desde el referéndum de junio de 2016, con la profunda crisis del Partido Conservador. De manera que estas elecciones constituían para ella, que no fue elegida sino que reemplazó a Cameron tras su dimisión a raíz de la victoria del Brexit en el referéndum, el medio para dotarse de una legitimidad, especialmente en las negociaciones con la Unión Europea, y para seguir imponiendo los planes de destrucción de los servicios públicos y de sus trabajadores.

Hace un mes, los primeros sondeos daban un 24% de ventaja a los conservadores sobre el Partido Laborista. En unas pocas semanas, miles de militantes y simpatizantes se pusieron en campaña -como hicieron antes, contra el propio aparato del Partido, para hacer vencer a la candidatura de Corbyn- para apoyar al Partido Laborista. Los últimos sondeos sitúan hoy al Partido Laborista en el 38%, apenas 5 puntos por detrás del Partido Conservador.

Los ciudadanos no inscritos en las listas electorales tenían hasta el 22 de mayo para inscribirse. En menos de un mes, se han inscrito más de 2,3 millones de nuevos electores. Más que en el referéndum sobre la salida de la Unión Europea hace un año.

A pesar de las contradicciones, Corbyn encarna para miles de trabajadores, y especialmente para la juventud trabajadora, la ruptura con decenios de destrucción de derechos y de servicios públicos, incluso bajo el Partido Laborista con Blair y Gordon Brown. En el manifiesto electoral publicado por la dirección del Partido Laborista, Corbyn se ha pronunciado a favor de la derogación de la última ley antisindical aprobada en 2015, por el reconocimiento de los sindicatos en el marco de las negociaciones colectivas, así como por el respeto de los convenios de la OIT, cuestionando así en parte las leyes antisindicales de Thatcher (que habían mantenido los gobiernos laboristas que la sucedieron). Promete también la eliminación de los contratos “cero euros” instituidos por Blair (esos contratos que no estipulan jornada laboral, ni horario mínimo, y en que el asalariado está a disposición del empresa y cobra por hora efectiva trabajada). Promete también la eliminación progresiva de las tasas de inscripción en la universidad, que ascienden hoy a más de 10.000 libras (11.500 €) al año. Tasas de inscripción que instituyó en 1998 el primer gobierno Blair, que posteriormente las aumentó.

El manifiesto electoral promete la construcción de más de 100.000 viviendas por los ayuntamientos (aunque no todas sean viviendas sociales públicas), cuando en Londres cerca de un 47% de los sin techo y de las personas en vivienda de emergencia son asalariados. Promete también el mantenimiento del sistema de sanidad nacional (NHS) y la derogación de la última ley de privatización (STP “planes de transformación y sostenibilidad” del NHS). La misma semana en que el Partido Laborista publicaba su manifiesto, los conservadores publicaban el suyo, que recoge lo que los medios de comunicación han llamado la “tasa sobre la demencia”: los ancianos que precisen atenciones domiciliarias y sean propietarios de su vivienda deberían pagar de su bolsillo la totalidad de los gastos que generen esas atenciones hipotecando su domicilio. Ante el escándalo que se ha organizado, Teresa May ha anunciado que mantiene la medida, pero que la venta de la vivienda no podría efectuarse hasta después de la muerte de la persona…

Tras el atentado terrorista de Manchester que mató a 22 personas e hirió a 119, Corbyn ha denunciado el vínculo entre esos atentados y las guerras en las que los gobiernos británicos, empezando por el de Tony Blair en 2003, han participado o han apoyado, en Oriente Medio y en Libia.

El enemigo, en casa

A pesar del evidente avance en los sondeos, donde más fuerte es la oposición a Corbyn es en su propio partido, especialmente en el grupo parlamentario laborista (que ya obligó a dimitir a Corbyn para tropezar con la humillación de que las bases del partido volvieron a elegirle, y con mejor porcentaje que la vez anterior) negándose el aparato a todos los niveles a apoyar a la dirección de su propio partido. El exprimer ministro Tony Blair ha llamado incluso a votar por candidatos conservadores o demócratas liberales si éstos se oponían a la salida de la Unión Europea.

Recientemente, su portavoz ha insinuado que un nuevo partido debería ocupar el centro del tablero político, en el mismo momento en que varios grandes patronos, que hasta ahora habían sido apoyos financieros del Partido Laborista (como Assem Allam, millonario propietario del club de fútbol de Hull), prometen apoyar y financiar a los diputados que se opongan a Corbyn.

Numerosos candidatos del Partido Laborista evitan mencionar en su campaña a Corbyn y el programa del Partido Laborista.

El apoyo de las organizaciones de la clase trabajadora

Contra ese frente de la derecha del Partido Laborista y sus “amigos” capitalistas, los sindicatos, por su parte, apoyan económica y materialmente a Corbyn y el Partido Laborista.

Es significativo señalar que el RMT, el sindicato de los ferroviarios que fue excluido en 2004 de las filas Laboristas por haber apoyado a partidos o coaliciones de extrema izquierda opuestos al Partido Laborista, ha llamado a dar el máximo apoyo a Jeremy Corbyn y al Partido Laborista. Lo ha hecho sobre la base de la derogación de las leyes antisindicales, de la renacionalización de los ferrocarriles y de la oposición a la política de austeridad llevada por los conservadores, que Corbyn lleva en su programa.

El resultado de las elecciones del 8 de junio es aún muy incierto. Pero está claro que asistimos a un movimiento electoral por parte de importantes sectores de la clase obrera y en particular de responsables del movimiento obrero a favor del Partido Laborista y de Jeremy Corbyn. Es la refracción en el terreno electoral de la resistencia, dispersa hasta ahora, de la clase obrera y de la población en general a las políticas de destrucción desarrolladas por Blair, Gordon y los conservadores.

Que tomen nota los voceros que multiplican los cantos de sirena a Pedro Sánchez para que vuelva a la “moderación”, apoyando al gobierno Rajoy.

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