Annual, 1921

Carta Semanal 846 en catalán

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Se cumplen 100 años del llamado “desastre de Annual”, la batalla en la que los combatientes del pueblo marroquí del Rif, al mando de Abd el-Krim, derrotaron y prácticamente aniquilaron a un contingente español muy superior en número. En su Historia de la Incompetencia Militar, Geoffrey Regan explica cómo las tropas españolas sufrieron una aplastante derrota frente a unas fuerzas militares rifeñas 7 veces inferiores a las suyas.

En la gestación del desastre militar influyeron muchos factores, pero el más determinante fue, sin duda, la incompetencia de los mandos militares y la corrupción generalizada de los mismos. El diputado socialista Indalecio Prieto, enviado a Marruecos por el diario El Liberal, de Bilbao, escribía que la Comandancia militar de Melilla era “una charca pestilente formada por toda clase de inmoralidades y vicios”. Y citaba las palabras de un comerciante local intentando vender un tejido lujoso: “aquí sólo lo usan las esposas de militares del cuerpo de Intendencia”.

Además, hay que señalar el papel del rey Alfonso XIII incitando al jefe de las tropas, el general Silvestre, a avanzar imprudentemente en un territorio hostil. Pocos días antes del desastre militar, ante el sepulcro del Cid, en la catedral de Burgos, Alfonso XIII pronunció un entusiasta discurso donde se manifestaba radicalmente a favor de seguir con la “cruzada” en el Norte de África. El Rey prometía que con las conquistas africanas tendría España “bastante para figurar entre las primeras naciones del mundo”. Al rey le obsesionaba la pretensión de rehacer el imperio colonial a costa de tierras africanas. En ese discurso dijo que España no siente codicia de bienes ajenos; le basta con el propio solar y con los territorios que legítimamente le corresponden allende el Estrecho”. En esta línea, y saltándose la cadena de mando, el rey animaba por telegrama a Silvestre a llegar a Alhucemas al 25 de julio, día de Santiago, patrón de España, y aplaudía sus supuestas hazañas diciendo “olé los hombres”.

Animado por el rey, Silvestre actuó de manera temeraria y cometiendo un error tras otro. Como establecería el informe de la comisión de investigación formada tras la derrota, las líneas militares eran de excesiva extensión en relación con las fuerzas disponibles. El avance se produjo de forma temeraria, no se tuvo en cuenta la posibilidad de un contraataque del pueblo de Marruecos. Las cabilas (tribus marroquíes) supuestamente amigas situadas a retaguardia permanecieron armadas cuando su fidelidad a España era muy dudosa. El territorio tomado quedó defendido por posiciones dispersas mal abastecidas y organizadas, lo que las hacía difícilmente defendibles frente a un ataque enemigo. No se previeron líneas escalonadas de apoyo bien dotadas en retaguardia para organizar una retirada si esta era necesaria. Y, una vez iniciado el ataque rifeño se mandaron todas las tropas disponibles a Annual, dejando la ciudad de Melilla y la retaguardia desguarnecida.

Todo ello terminó con las tropas españolas acantonadas en una posición avanzada, Igueriben, tan mal planteada que estaba a cinco kilómetros de la aguada más cercana, a la que había que acceder bajo el fuego de los combatientes marroquíes, y una segunda posición, en Annual, en una hondonada dominada por las alturas ocupadas por los luchadores rifeños. El ataque de las fuerzas marroquíes llevó a la caída de Igueriben y una fuga descontrolada de las tropas acantonadas en Annual, azotadas por la sed y perseguidas implacablemente por los combatientes de Abd el-Krim. Angustiosa fuga relatada magistralmente por Ramón J. Sénder en su novela Imán.

La comisión de investigación, presidida por el general Juan Picasso González, elaboró un voluminoso informe lleno de datos y términos militares, pero que dejaba sin tocar las responsabilidades políticas y de la Corona. Según el Expediente Picasso, la derrota costó 13.363 muertos (10.973 españoles y 2.390 indígenas). El número de bajas rifeñas es desconocido. Había tantos cadáveres que se decía que, del segundo día en adelante, los buitres solo comían “de comandante para arriba”. A las pérdidas humanas se añadieron las de material militar (20.000 fusiles, 400 ametralladoras, 129 cañones, aparte de municiones y pertrechos).

Doce días antes de abrirse en Cortes el debate sobre el expediente, el rey animó el golpe de Primo de Rivera, evitando así un debate público que hubiera puesto al descubierto las responsabilidades del rey y la podredumbre del régimen de la Restauración.

La colonización española de Marruecos

Aunque nominalmente España ejercía un “protectorado” en el norte de Marruecos que incluía el Rif, en 1921, buena parte del territorio aún no estaba bajo su control. De ahí la expedición de Silvestre. Sólo se controló de manera efectiva el territorio tras la campaña militar iniciada con el desembarco de Alhucemas, en septiembre de 1925, cuatro años después de Annual. Esa campaña militar se llevó a cabo a sangre y fuego, incluyendo bombardeos de la población civil con armas químicas. Aún así, la feroz resistencia de los rifeños sólo fue vencida tras la intervención militar de Francia desde el sur de Marruecos. En esa guerra hacen armas Francisco Franco y muchos de los futuros golpistas de 1936.

La “obra” de España en Marruecos dejó pocos avances. Lo más destacable son muchos cuarteles, como el que aún eleva sus ruinas sobre Tetuán, y una carretera sinuosa, que atraviesa el Rif por lo alto de los valles, por razones militares.

Las organizaciones obreras españolas fueron contrarias a la colonización. Citemos, por ejemplo, la posición del PSOE ante el desastre de Annual. El 4 de agosto de 1921 se puede leer en El Socialista destacado tipográficamente: “La voz del pueblo llega pidiendo: castigo a los responsables, repatriación del ejército, abandono total del territorio marroquí”.

Sin embargo, hay que recordar cómo abordó la II República la cuestión de Marruecos. Los trabajadores y el pueblo de Marruecos veían en el movimiento revolucionario español un punto de apoyo para su lucha por los derechos sociales y nacionales. El 3 de mayo de 1931, en Tetuán, se declararon huelgas de distintos sectores pidiendo que se les aplicara la legislación laboral española que anunciaba el nuevo ministro de trabajo, Largo Caballero. El jefe militar del protectorado, el futuro golpista general Sanjurjo, declaró el estado de guerra. Hubo un muerto y varios heridos entre los manifestantes. En todo el Marruecos español se multiplicaron las peticiones de libertades democráticas, de escuelas de enseñanza primaria, préstamos agrícolas para el campesino, igual salario que el de los españoles, ayudas sociales, aumento de las instituciones sanitarias… Pero de ninguna manera admitió la República, ni con los gobiernos de derechas ni con el Frente Popular, conceder la igualdad jurídica entre españoles y marroquíes. Por ejemplo, en junio de 1931 el primer Alto Comisario para Marruecos que no era militar, Luciano López Ferre, decía en el diario El Sol que el problema de Marruecos no era más que de orden y paz, y que “existía cierta agitación nacionalista, que con buenas tropas él se encargaba de que hubiera calma”. En diciembre de 1931 el gobierno Azaña, publica un decreto de reordenación administrativa del protectorado, sin responder a ninguna de las peticiones de la población.

En La Gaceta de África, órgano oficial del Alto Comisario, el gobierno del Frente popular recuerda el 3 de junio de 1936 que en Marruecos no está reconocido el derecho de huelga, con estas palabras: “entendemos que las circunstancias económicas, sociales y políticas del Marruecos español no aconsejan, ni mucho menos, dar paso a la legislación del Protectorado un derecho tan discutido y peligroso como la huelga. Esta es un peligro real para la paz y la seguridad pública en la zona”.

Al estallar la revolución obrera en 1936, los independentistas marroquíes ofrecieron: si la República declara la independencia de Marruecos, nosotros levantamos Marruecos privando al ejército de Franco de su retaguardia. La delegación marroquí, concertada con la CNT, algún trotskista y otros republicanos acudió a Barcelona logrando el apoyo de todas las fuerzas obreras y republicanas, pero el gobierno central se negó, prefiriendo no enemistarse con Francia, que era neutral, en ese sentido presionaba Stalin.

La clase trabajadora española pagaría muy cara esta decisión. Tropas marroquíes actuaron en la represión del movimiento revolucionario de Asturias en 1934. En la guerra civil, Franco contó con la retaguardia magrebí, más de 75.000 marroquíes lucharon en las filas de Franco. La mayoría eran rifeños.

Cien años después

En el centenario de Annual, el ejército español sigue plagado de golpistas. Las revelaciones sobre el origen de la fortuna del rey emérito aportan un escándalo tras otro (nuevas cuentas en Suiza, tráfico de armas…), mientras se niega la creación de una comisión de investigación en Cortes.

Al mismo tiempo, hoy, el pueblo marroquí no ha recuperado aún su plena soberanía. El Estado español se aferra a la defensa de los últimos bastiones coloniales en África (Ceuta, Melilla, los peñones y algunas islas). Mientras tanto, cerca de un millón de inmigrantes marroquíes viven en España, trabajadores que sufren una terrible explotación (en 2019, menos de 250.000 estaban dados de alta en Seguridad Social).

La solidaridad con los trabajadores y el pueblo de Marruecos y los trabajadores marroquíes en España debe presidir la acción de todo militante obrero. Los militantes internacionalistas españoles luchan porque Marruecos recupere su integridad territorial sin injerencias imperialistas y son solidarios con el movimiento obrero marroquí y sus exigencias democráticas y sociales. Mientras, el gobierno “progresista” de la Monarquía continua con la tradición del Frente Popular que negó la independencia a Marruecos, ahora con los enclaves de Ceuta y Melill y sus sangrientas vallas, y apoyando contra el pueblo al régimen monárquico sometido al imperialismo. Esa política refuerza en España a las multinacionales, al militarismo y las bases, y a la Monarquía.

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