(Publicado en la Carta Semanal 595)
Los acontecimientos que en los últimos días han sacudido el PSOE han estado en el centro de los pensamientos y las conversaciones de cientos de miles de trabajadores y militantes, mucho más allá del propio Partido Socialista. No en vano este partido es la principal organización política de la clase trabajadora. No solo por su composición, sino por su relación con la clase trabajadora y sus conquistas, y con las principales organizaciones sindicales.
Dejando a salvo a los sectarios en general y los incurables en particular (esos que no se han bajado nunca de lo de “PSOE, PP, la misma mierda es”), han sido muchísimos los que se han identificado con la negativa de Pedro Sánchez a dejar gobernar al PP otros cuatro años y se han indignado con las maniobras de un puñado de los que llaman en el PSOE “barones y baronesas”, anclados en las instituciones del aparato de Estado, para echar a Pedro Sánchez y abrir paso a un gobierno del PP.
Como organización que forma parte de la clase trabajadora no nos hemos considerado “neutrales” en esta cuestión, y creemos necesario hacer una contribución al debate que mantienen miles de militantes.
En el fondo de la cuestión, la lucha de clases…
Durante estos días, los medios de comunicación han sido prácticamente unánimes. Todos, desde La Razón a El País, contra Pedro Sánchez, su “ambición de poder”, su “locura”, todos exigiendo que sacrificara al Partido Socialista por la “gobernabilidad del país”.
¿Ha sido la “ambición” de Pedro Sánchez el factor determinante de la crisis? Para defender eso habría que cerrar los ojos a los cientos de pronunciamientos de militantes, organizaciones y agrupaciones del PSOE, o a los cientos de personas que se congregaban ante la sede central del PSOE, en la calle Ferraz, en apoyo a Sánchez y para increpar a Susana Díaz y los llamados “críticos”. Y no fueron miles porque la Ejecutiva “en funciones”, los leales a Sánchez, hicieron un llamamiento expreso a que no se sumaran los militantes a esa concentración convocada de manera espontánea. En Gran Bretaña, Jeremy Corbyn, enfrentado al grupo parlamentario del Partido Laborista, no ha tardado en comprender que sólo podía apoyarse en un llamamiento a la afiliación. Y no sólo ha ganado los votos de los militantes. Además ha sumado más de 300.000 nuevos militantes al Partido Laborista, sobre todo activistas sindicales y jóvenes.
La posición de Pedro Sánchez, más allá de sus motivaciones personales, ha reflejado las aspiraciones, no solo de la mayoría de los militantes socialistas sino de los millones de trabajadores y de otros sectores de la población, que con su voto querían acabar con el gobierno Rajoy y su política, y pretendían otro gobierno para satisfacer las reivindicaciones. En este sentido su posición “No es No”, contraria a permitir un gobierno Rajoy ha sido el resultado de la lucha de clases, y particularmente de los cientos de pronunciamientos de congresos de UGT y de instancias de CCOO, de lo sucedido en esa escuela sindical de UGT en Asturias, donde un militante pide la palabra para defender el NO a Rajoy y apoyar la posición de Sánchez y es aplaudido a rabiar, de los miles de mensajes en la red, donde –a falta de una expresión organizada- se han expresado militantes y votantes socialistas. Como fue expresión de la lucha de clases el apoyo de 20.000 militantes socialistas a la candidatura de Pérez Tapias por Izquierda Socialista en las primarias para elegir secretario general que ganó Pedro Sánchez en verano del año pasado.
Contra esa posición, que refleja dentro del PSOE el resultado de la resistencia de la clase durante estos cuatro años contra las medidas antiobreras de Rajoy, se han levantado, a la cabeza del aparato, Susana Díaz y sus seguidores. No han tenido inconveniente en dejar solo a Pedro Sánchez en la campaña electoral socialista en Euskadi y Galicia ni en no respetar los estatutos del partido ni en utilizar los medios de comunicación al margen de las instancias partidarias. No les importa poner en peligro lo que queda del partido tradicional de los trabajadores, porque parecen tener un interés superior, que ellos llaman “España” y en realidad es brindar a las multinacionales un nuevo gobierno del PP y contribuir a un nuevo y terrible ciclo de recortes.
… y la defensa del régimen
No es casualidad que los principales opositores a Sánchez hayan sido Susana Díaz y, con ella, todos los presidentes autonómicos del PSOE (con la excepción de la presidenta de Baleares). Como tampoco es casual que quien haya dado el pistoletazo de salida para defenestrar a Sánchez haya sido Felipe González, que presumía hace unos días de “lo que hicimos” en el País Vasco. No en vano el capital financiero premia sus servicios con pingües sinecuras en Consejos de Administración.
Contra Sánchez se han levantado los sectores del aparato del PSOE más vinculados al aparato de Estado, al régimen de la Monarquía. Los mismos que le impusieron un veto a que el Partido Socialista asumiera la defensa del derecho de los pueblos a decidir libremente. un veto que impide sumar a una hipotética mayoría de gobierno alternativa a Rajoy a las organizaciones que defienden ese derecho.
Le echan la culpa a Sánchez de las derrotas electorales los mismos que le han obligado a presentar candidaturas en Cataluña, Galicia y País Vasco contra el derecho a decidir. ¿Resultado?, mientras en Cataluña y en el País Vasco las candidaturas que defienden, de una u otra forma, el derecho a decidir han cosechado más del 70% de los votos, el PSOE se ha presentado con una posición que ha reducido significativamente su influencia electoral al PS de Cataluña, al de Euskadi y al de Galicia.
Del mismo modo, hacen responsable a Sánchez de los malos resultados los que han impuesto que el PSOE asuma sin crítica alguna los recortes, producto del plan de austeridad, aplicados por Zapatero a partir de mayo de 2010. No es de extrañar. Esos mismos barones y baronesas aplican disciplinadamente en sus autonomías los recortes impuestos por Rajoy en nombre del capital financiero y sus instituciones (el FMI y la Unión Europea).
Muchos comentaristas han señalado que la crisis del PSOE era un elemento peligroso para el futuro del régimen monárquico establecido en 1978. Hemos podido ver a individuos de la derecha más rancia como los “tertulianos” Inda y Marhuenda salir en defensa de la “valentía” de Susana Díaz. Al fin y al cabo, es la defensa del régimen lo que ha aglutinado a los llamados “críticos” contra la expresión dentro del PSOE de la voluntad de la clase trabajadora de hacer frente y resistir a Rajoy. Esta crisis en el fondo expresa la incompatibilidad entre la monarquía heredada del franquismo y las organizaciones producto del combate de la clase obrera.
¿Y ahora?
Por el momento, Susana y los suyos han derrotado a Sánchez, abriendo paso de inmediato a la posibilidad que el grupo parlamentario del PSOE se abstenga para permitir la formación de un nuevo gobierno Rajoy. Algo que parece probable, porque ¿qué resultado electoral tendría ahora el PSOE alineado tras Susana Díaz en unas terceras elecciones? Sin duda, una verdadera catástrofe.
Pero al PP no le basta con eso. Se ha apresurado a exigir al PSOE no sólo la abstención, sino además un “acuerdo de gobernabilidad”, que le permita desarrollar su plan de acción, y en particular un acuerdo sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2017. Y, tras un año sin apenas nuevos recortes, ese plan, según ya se han comprometido con Bruselas, va a suponer nuevos y brutales ataques a la clase trabajadora y a sus conquistas sociales y democráticas. A la vez que una intensificación del enfrentamiento con el pueblo catalán y con todos los pueblos.
El capital financiero y sus instituciones -de la Unión Europea a la Monarquía – van a presionar aún más para que se forme un gobierno «estable» antes del 31 de octubre. Si éste se forma, su “hoja de ruta” ya esta marcada: continuar con la política de recortes, de ataques a los trabajadores, de negación del derecho de los pueblos. Es decir, acrecentar el enfrentamiento contra la mayoría de la población, valiéndose de una supuesta «mayoría parlamentaria».
Si el PP y la Monarquía exigen al PSOE un apoyo a los nuevos planes de choque contra la clase trabajadora, eso no va a contribuir, precisamente, a cerrar las tensiones dentro del PSOE. Ni a facilitar las relaciones entre el PSOE y la UGT (y CCOO). Precisamente por eso es prematuro apuntarse a concluir que la lucha dentro del PSOE ha terminado. La reflexión que se abre en el movimiento obrero y los pueblos llamará a buscar soluciones para enfrentar la ofensiva que intentan organizar y profundizar.
Once meses para conseguir una mayoría parlamentaria con el objetivo de dar solución a las reivindicaciones de la mayoría, con las ilusiones que esto conllevaba, no han dado ningún resultado positivo. Integrando la actividad parlamentaria será de nuevo el recurso a la movilización unida de los trabajadores y sus organizaciones lo que aparecerá como la manera más útil de combatir al gobierno. Un gobierno que, si llega a formarse, rápidamente aparecerá como lo que es, minoritario y odiado. Es una nueva etapa en que la crisis del gobierno se va a identificar cada día más con la crisis del régimen monárquico.
En todo caso, lo sucedido hace más preciso que nunca trabajar por levantar la más amplia fuerza en defensa de las reivindicaciones obreras y de la alianza entre los trabajadores y los pueblos, una tarea para la que habrá que contar, sin duda, con la mayoría de los militantes socialistas.