En el aniversario de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki

Carta Semanal 900 en catalán

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El 6 y el 9 de agosto de 1945 respectivamente el presidente Truman de Estados Unidos ordenaba bombardear las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en Japón iniciando así el uso de armas atómicas para la guerra y la proliferación de estas hasta llegar al día de hoy. No es casualidad que haya sido los EE.UU. y no el propio Japón, o Alemania, o Inglaterra quienes hayan iniciado esta espeluznante carrera, obedece al lugar predominante que estos ocupaban ya en el siniestro ranking de países imperialistas y que con la II Guerra Mundial queda definitivamente ordenado.

Se ha escrito mucho sobre las muertes y la destrucción que estas bombas provocaron en sí mismas, pero poco sobre los verdaderos motivos para su uso, cuando el mismo presidente Truman lo deja claro en su comunicado, 16 horas después del ataque:

“Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto el golpe multiplicado. Con esta bomba hemos añadido un nuevo y revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas. En su forma actual, estas bombas se están produciendo. Incluso están en desarrollo otras más potentes. […] Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir completamente el poder de Japón para hacer la guerra. […] El 26 de julio publicamos en Potsdam un ultimátum para evitar la destrucción total del pueblo japonés. Sus dirigentes rechazaron el ultimátum inmediatamente. Si no aceptan nuestras condiciones, pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra”.

A sangre y fuego, utilizando lo último de la tecnología, avanzando muchos kilómetros en la barbarie de la que Rosa de Luxemburgo nos hablaba, el estado imperialista predominante se imponía sobre sus competidores, cosa que no había podido hacer totalmente en la I Guerra Mundial.

La carrera armamentista que convierte las fuerzas productivas en destructivas, la destrucción de la fuerza de trabajo humana masivamente si les es útil para sus intereses toma impulso.

Proliferación nuclear

Al día de hoy, con toda la cautela que el secretismo de los estados obliga, podemos decir que el poder nuclear acumulado por muchos países permite destruir el planeta en su conjunto y que es en el desarrollo militar en que más medio se emplean, a pesar de que es evidente que la energía atómica podía ser un elemento de extraordinario desarrollo de bienes para humanidad. Evidentemente, en un sistema en que la propiedad privada de los grandes medios de producción y cambio fuera abolida.

Los países que tienen armas nucleares son Rusia, Estados Unidos, China, Gran Bretaña, Francia, India, Israel, Pakistán y Corea del Norte. Sudáfrica y Ucrania las tuvieron, pero se han deshecho de ellas.

En el afán de que la humanidad acepte las guerras imperialistas como algo inevitable e incluso de que millones de personas sobre todo jóvenes participen en ellas como soldados los capitalistas deben ocultar los intereses particulares que les llevan a organizarlas y para ello han establecido la pretendida existencia de imperialismos buenos que defienden la democracia y el progreso y otros muy malos a los que los trabajadores, la mayoría de la población debemos combatir dando incluso nuestra vida, una vida de explotación y opresión a la que solo matices separan en Japón o Estados Unidos.

Bombardeos convencionales igualmente letales

Para mantener este engaño es imprescindible esconder la realidad de la destrucción que desde mucho antes las guerras imperialistas han causado a la población, esté donde esté situada. Veamos algunos ejemplos:

Bombardeo de Tokio.

Fue bombardeada en varias ocasiones, pero a partir de enero de 1945, el XXI Mando de Bombardeo fue asumido por el general Curtis LeMay, que decidió pasar a bombardeos nocturnos desde baja altura con  bombas incendiarias de napalm con el objetivo de arrasar las ciudades japonesas cuyas casas estaban construidas mayoritariamente con madera. Hubo varios bombardeos. El mayor fue llevado a cabo la noche del 9 al 10 de marzo de 1945, cuando 279 bombarderos B-29 despegaron lanzaron 1700 toneladas de bombas incendiarias de napalm M69 sobre la ciudad, ​ desatando un incendio de tal magnitud que en su epicentro se llegaron a alcanzar los 980 °C.​ El ataque destruyó 41 km² (aproximadamente la cuarta parte de la ciudad) y se calcula que unas 100 000 personas murieron como consecuencia

Con respecto a los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, el almirante William D. Leahy, jefe de gabinete del presidente Truman, declaraba en 1950 que “la utilización de las bombas atómicas en Hiroshima et Nagasaki no aportó ningún apoyo material en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses estaban ya vencidos y dispuestos a rendirse, a causa del eficaz bloqueo marítimo y de los bombardeos con armas convencionales”.

Por su parte, el almirante Chester W. Nimitz, comandante en jefe de la flota del Pacífico, reconoció que “de hecho, los japoneses ya habían pedido iniciar conversaciones de paz. La bomba atómica no ha desempeñado ningún papel decisivo, desde un punto de vista puramente militar, en la derrota de Japón”.

Por su parte, el trotskista norteamericano Jemes P. Canon, dirigente del SWP, declaraba que “he aquí lo que el imperialismo americano aporta a la civilización en el Oriente. ¡Qué atrocidad inexpresable!  ¡Qué vergüenza ha caído sobre América, la América que, en otros tiempos, edificara en el puerto de Nueva York la estatua de la Libertad iluminando al mundo!”

Bombardeo de Dresde.

El informe que la RAF distribuyó a sus pilotos la noche del ataque decía lo siguiente:

Dresde, la séptima ciudad más grande de Alemania y no mucho menor que Mánchester, es también el área urbanizada sin bombardear más extensa que tiene el enemigo. En pleno invierno, con refugiados desplazándose en masa hacia el oeste y tropas que necesitan descanso, los tejados escasean, no sólo para dar cobijo a trabajadores, refugiados y tropas por igual, sino para albergar los servicios administrativos que se han desplazado desde otras zonas. Antaño famosa por sus porcelanas, Dresde se ha convertido en una ciudad industrial de importancia prioritaria. […] Las intenciones del ataque son golpear al enemigo donde más lo sienta, en la retaguardia de un frente a punto de desmoronarse […] y enseñar a los rusos cuando lleguen de lo que es capaz el Comando de Bombarderos de la RAF”

 Sir Arthur Harris, más conocido como “bombardero Harris”, comandante en jefe del Comando de Bombarderos de la RAF, declaró lo siguiente: “¿Dresde?  Ya no existe tal lugar”

Bombardeo de Hamburgo.

Distintos intereses no permiten saber a ciencia cierta el número de víctimas exacto que van desde 35.000 a 50.000, pero como muestra de la línea de continuidad de los bombardeos masivos, historiadores y expertos militares diversos explican las técnicas empleadas en el bombardeo de Hamburgo:

“Durante los bombardeos se emplearon tanto bombas explosivas como incendiarias. Las primeras destrozaban los tejados de los edificios, de modo que el fósforo de las segundas cayera directamente en el interior de las viviendas y en los huecos de las escaleras. Estos, casi en su totalidad de madera, propagaban el fuego hacia el interior de las plantas subterráneas, de modo que las casas ardían completamente hasta los cimientos. (…)Sin embargo, Arthur Harris declaraba que “a pesar de que ha sucedido en Hamburgo, el bombardeo ha demostrado ser un método relativamente humano” .

Bombardeos de Londres y otras ciudades de Gran Bretaña.

La mayoría de las cifras aportadas por fuentes diversas dan como resultado que, desde agosto a noviembre de 1940, los alemanes habían lanzado más de 13.000 toneladas de alto explosivo y más de un millón de bombas incendiarias sobre ciudades inglesas. Algunas de ellas, como Coventry, sufrieron una importante destrucción.

Tras terminar la guerra, ningún dignatario nazi fue juzgado por crímenes de guerra por el bombardeo indiscriminado de la población civil. La razón es clara: si se hubieran considerado esos bombardeos crímenes de guerra habrá que haber juzgado también a Harris, Le May, Churchill y Truman.

Bombardeos sistemáticos como estrategia frente a la revolución

En el final de la II Guerra Mundial a los imperialistas vencedores no se les escapa la posibilidad de que se produzcan situaciones de extraordinaria conflictividad social e incluso levantamientos revolucionarios por las condiciones materiales sino por los planes de reconstrucción que ellos mismos tendrán que poner en marcha, y que hay cientos de miles de trabajadores y jóvenes que tienen las armas en sus manos, que han luchado bien como soldados o en las organizaciones de la resistencia en los diversos países y especialmente Alemania. Bombardear hasta los cimientos esas ciudades permitía someter, aterrorizar a esas poblaciones enseñándoles quien mandaba ahora después de los nazis.

   Tras la II Guerra mundial, los bombardeos masivos se convierten en una doctrina estratégica. Podemos citar de nuevo al general Curtis LeMay, responsable del Strategic Air Command del ejército americano, cuando declaraba a propósito del Vietnam que aplastaba bajo las bombas en los años 1960: “Mi solución al problema es decir francamente a los comunistas norvietnamitas que sean prudentes y detengan sus agresiones, porque de lo contrario les bombardearemos lo suficiente como para mandarles a la Edad de Piedra. Y lo haremos con nuestras fuerzas aéreas y navales, no con nuestras tropas de tierra”.

Durante la primera guerra del golfo, en 1991, la aviación de la coalición liderada por los EEUU realizó más de 100.000 salidas, lanzando 88.500 toneladas de bombas. En la invasión de Afganistán, decenas de miles de bombas, con un peso aproximado de 14.000 toneladas, se lanzaron sobre ese país sólo en los tres primeros meses, a partir de octubre de 2001.

Como señaba James P. Canon, Secretario Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores – Socialist Workers Party de los EE.UU. en el 5º Aniversario del asesinato de León Trotsky, tras las bombas atómicas lanzadas sobre Japón, “¿no deberíamos parar a estos locos y retirar el poder de sus manos?”

La lucha contra la guerra es por el futuro de la Humanidad

No hay ninguna razón que indique que la guerra de Ucrania es para liberar un país oprimido por el oso ruso cuando Zelensky representa a otro sector de oligarcas competidores de los que representa Putin cuya única diferencia es que se ha puesto bajo la protección de la OTAN.

Ni queremos ni podemos pagar sus guerras porque eso sería lo mismo que renunciar a cualquier futuro para la Humanidad.

Seguimos la estela de la Conferencia contra la Guerra y la OTAN reunida el 25 de junio en Madrid:

(…) Es hora de poner fin a un sistema capitalista que, a través de la guerra, y con la ganancia como regla única, destruye todo, vidas, ciudades, civilización y medio ambiente.

  • Cese inmediato de las hostilidades militares. Corresponde al pueblo ucraniano decidir su destino.
  • Que Rusia se retire de Ucrania, que la OTAN y la UE dejen de intervenir y expandirse en Ucrania y en cualquier otro país. Estamos con aquellos que se están movilizando contra la entrada de su país en la OTAN. Luchamos contra las alianzas militares (OTAN, AUKUS…).
  • Ningún suministro de armamento, puesto que ello participa de la escalada bélica.
  • Luchamos por la cancelación de los presupuestos militares. Dedicar los miles de millones a la sanidad, la educación, los desempleados, las necesidades sociales, y no a las armas.

La movilización de millones de personas contra los Gobiernos, la UE y la OTAN es el único camino para detener las guerras del capital.

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