Ante el 11 de septiembre, Diada nacional de Cataluña…

Carta Semanal 851 en catalán

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A los trabajadores, al movimiento obrero de todo el Estado, a los jóvenes y partidarias/os de la democracia

En vísperas del 11 de septiembre, sin esperar a los discursos oficiales, sabemos que el momento está preñado de retos y preocupaciones.

Los indultos o las señales de mejora económica son insuficientes para que los dirigentes se descuelguen con promesas optimistas. Los fondos europeos ya empiezan a estar aquí. ¿Cuál es la situación? La primera prueba en la industria catalana fue Nissan, ¿qué queda de ella? La suerte de Seat depende de pulsos entre multinacionales. La ampliación del aeropuerto de Barcelona, más que tropezar con problemas ecológicos, depende de que se pase de las promesas a su ejecución. El sistema sanitario, nunca se ha contado entre las prioridades presupuestarias, y sufrió en Cataluña, solo entre 2010 y 2016, recortes de 9.000 millones (casi la tercera parte del total recortado en todo el Estado). Las pensiones sufren ahora un recorte que amenaza el sistema. Entretanto, la juventud carece de clases, de plantillas de profesores y ante todo sufre el peso del paro y la precariedad. Toda la población sufre el atraco a salarios y pensiones que suponen la subida de la luz, de los carburantes, de los precios en general.

Cierto, este año nueve dirigentes republicanos catalanes ya no están en la cárcel, pero la arbitrariedad de la justicia franquista amenaza con empapelar a más de 3.000 jóvenes y ciudadanas y ciudadanos de Cataluña y a cientos en el resto del Estado, con escándalos como el proceso a 13 componentes de los Comités en Defensa de la República, o la situación de los exiliados.

¿A qué viene esta violencia? A la enemiga del Tribunal Constitucional. A un aparato judicial que viene de la dictadura y hace poco proclamó en Barcelona que solo obedece al rey, a ese rey que lanzó un “a por ellos” contra el pueblo catalán el 3 de octubre del 2017. Ese aparato antes solo obedeció a Franco y luego al comisionista, a la vista están los resultados.

Recordemos que si el partido de los franquistas y del aparato del Estado, el PP, pudo imponer la anulación de un estatuto catalán aprobado por los parlamentos catalán y español, aceptado en referéndum por el pueblo catalán, y encizañar la vida política, fue gracias al recurso al Tribunal Constitucional, institución esencial del engranaje de la Monarquía, que dictó sentencia el 28 de junio de 2010.

Pero esa violencia también responde a los que siguen el juego. Gobernantes que se llaman progresistas pero que no prometen que se hará lo que los pueblos quieran sino, al revés, juran que no permitirán que los pueblos se expresen, por ejemplo, en un referéndum. Muchos recordamos que el día que llegó al Congreso de los Diputados la solicitud de hacer un referéndum en Cataluña, la respuesta del gobierno Rajoy fue que ni los ciudadanos de Cataluña ni el conjunto de los españoles podían votar libremente sobre cómo deben organizar los pueblos sus relaciones mutuas. La negativa franquista al referéndum catalán es un ataque a las libertades y la soberanía de los trabajadores y de todos los pueblos del Estado español.

¿Qué hacer ante esta situación?

Los dirigentes miran a la Unión Europea y los gobiernos de Europa. Eso cuando acabamos de ver las reformas laborales y de pensiones que los gobiernos e instituciones europeas exigen: chollos para las multinacionales, recorte de derechos de la mayoría. Ya basta.

Recordemos octubre de 2019, cuando la juventud de Cataluña masivamente salió a las calles durante dos semanas contra la condena de nueve dirigentes por el Supremo, arrastran­do a todo el pueblo como nunca se había visto desde los años 30. El clamor unánime de esos jóvenes, independentistas o no, frente a cuatro cuerpos de policía, era la libertad, que los pue-blos se gobiernen libremente. Lo decían empujados por una situación de paro, sin condiciones para el estudio, ni vivienda, claro. Todo lo cual ha empeorado luego con los abusos del capital aprovechando la pandemia.

Los dirigentes llevan dos años haciendo lo contrario de lo que reclamaba la juventud. Pero el eco de aquella movilización de 2019 fue inmediato en la juventud de Valencia, en Madrid, en Euskadi, en Murcia. Las estadísticas alarman tanto a los poderosos sobre las posiciones de la juventud española en relación con la Monarquía o con la cuestión catalana, que ya no se publican.

Hay urgencia, en este septiembre de 2021, en agrupar fuerzas para defender las condicio­nes de vida y los derechos. A menudo trabajadores y sindicalistas, por no decir muchos jóvenes, se indignan ante la complacencia de los dirigentes de las organizaciones con el Go­bierno que desoye reivindicaciones acuciantes. Hay que unir fuerzas para detener los ataques.

Hemos visto que fábricas de aeronáutica de todo el país han hecho huelga para defender una fábrica. O secciones sindicales de una comarca han arropado a la huelga en una fábrica. Ni un cierre, ni un despido.

Vemos que pensionistas se organizan en cientos de poblaciones y se movilizan ahora en una marcha a las Cortes el 16 de octubre exigiendo una auditoría, para que se devuelva el dinero de las pensiones con lo que ni banqueros ni ministros podrían pretender recortarlas.

Jóvenes de todo el ámbito estatal se manifestaron contra el encarcelamiento de un rapero el 16 de febrero.

Ahora, necesitamos la unidad, sin demora, contra la carestía de la vida. Defendamos  la luz, el  pan, el poder adquisitivo de todos.

En junio, un acto en la sede de CCOO de Madrid, de la comisión internacional en defensa del derecho de huelga y por la derogación de la ley mordaza, afirmaba: “Sí, se pudo acabar con el artículo 315.3 del Código Penal. ¡Viva el derecho de huelga! Por la derogación de las reformas laborales. Por la derogación de la ley mordaza. ¡Viva la lucha de la clase obrera!”

En este 11 de septiembre, jóvenes, trabajadores y pueblos necesitamos reclamar como propias las exigencias del pueblo catalán, tan acosado.

¿Quién puede renunciar a la fraternidad entre nuestros pueblos? Cualquiera puede comprender que una amnistía crearía un marco para que los pueblos se den la mano, como ellos decidan, para avanzar, dejando atrás la infame imagen de las policías atacando a pacíficos votantes. Dejando atrás el eco de los medios de comunicación que encizañan cada día las relaciones entre los pueblos.

Todos necesitamos defender el derecho a decidir la suerte de nuestros pueblos. Si Cataluña ejerce el derecho de autodeterminación, sería una señal de libertad para todos.

Porque los trabajadores, los jóvenes, los pueblos chocan cada día con las instituciones de este régimen, desde la prepotencia del Banco de España hasta los dispositivos de Seguridad instalados por Aznar, o la Agencia Tributaria tan blanda con los borbones que resulta cómplice. Y las autonomías tienen asignado el papel de instrumento ejecutor de esas instituciones. 

Compartimos con otras organizaciones y colectivos el combate por la alianza de trabaja­dores y pueblos para acabar con la Monarquía y sus instituciones, por la República de los pue­blos y para los pueblos.

En esta lucha común, hay fuerza para que el pueblo catalán consiga sus derechos, y lo mismo los demás pueblos.

En este 11 de septiembre, por los derechos sociales de todos,

Por la amnistía, la libertad, la libre unión de los pueblos.

Madrid, 5 de septiembre de 2021

El Comité Ejecutivo del Partido Obrero Internacionalista, sección de la IV Internacional en el Estado español

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