(publicado en la Carta Semanal 509)
Susana Díaz, presidente de la Junta de Andalucía, parece dispuesta a adelantar las elecciones andaluzas para realizarlas a finales de marzo. Una decisión curiosa, puesto que según las encuestas, el PSOE perdería 8,5 puntos respecto a las últimas elecciones autonómicas –aunque a diferencia de 2012, superaría al PP– y tendría que volver a pactar con Izquierda Unida (lo que sería más difícil después de romper el pacto actual) o con Podemos, que alcanzaría el 17,4% de los votos.
Por eso, muchos opinan que en realidad lo que busca Susana es reforzarse en Andalucía para reforzar sus aspiraciones al liderazgo del PSOE. Y más concretamente, que Felipe González orquesta una operación para llevar a Susana Díaz a la secretaría general del partido y a encabezar la candidatura socialista en las próximas elecciones generales.
Es la segunda vez que en víspera de unas elecciones Felipe González lanza un torpedo a la línea de flotación de las candidaturas socialistas.
Con todo el respeto a las decisiones que solo corresponden a los militantes del Partido Socialista, abordamos algunos aspectos que tienen consecuencias para todos los trabajadores y pueblos del Estado español.
La larga mano del padrino González
Parece que al próspero millonario González, sus negocios a ambos lados del océano y las fiestas de la alta sociedad americana no le absorben tanto como para alejarle del papel de padrino en el aparato del Partido Socialista.
No es la primera vez que tira de los hilos. En el Congreso de Sevilla fue él, con Alfonso Guerra, quien la última noche rebañó los votos que dieron la secretaría general, por muy poco, a Rubalcaba, es decir, al hombre fuerte del giro a la derecha de Zapatero, que fue tras ese Congreso de Sevilla el dirigente del PSOE más pegado al PP, que se pasó todo su mandato proponiendo pactos de Estado a Rajoy, forma de cubrir la política de ese gobierno, el más reaccionario y odiado por los trabajadores. Rubalcaba se mantuvo erre que erre, aunque se le caía a pedazos el viejo partido de los trabajadores.
Mientras, Felipe colocaba sus piezas en el tablero. En otoño de 2013, amparaba el ascenso de Susana Díaz a la Presidencia de la Junta de Andalucía, arrinconando a la vieja guardia. A Susana le faltó tiempo para plantarse en la Moncloa, saltando por encima de toda la dirección del PSOE, y proclamar allí que apoyaba a Rajoy ¡para encabezar la lucha contra la corrupción! Rubalcaba se quedaba corto al lado de esa entrega absoluta al PP.
La línea que defiende Felipe González
Fue precisamente Felipe el que se atrevió a proponer la perspectiva de un gobierno de coalición, es decir, llevar hasta el final la línea de Pacto de Estado con el PP y de suicidio del PSOE. Lo hizo en mayo de 2014, en vísperas de las elecciones europeas, reventando la campaña electoral del PSOE, es decir favoreciendo al PP.
Nadie en el Partido Socialista hubiera hecho esta propuesta suicida. Pero Felipe no representa a ningún sector del PSOE, representa otros intereses. Según se publicó y nadie ha desmentido, la propuesta de “gobierno de concentración PP-PSOE” la habían elaborado los grandes empresarios agrupados en el lobby “por la competencia”, preocupados por la inestabilidad que amenazaba a la Corona (Juan Carlos dimitió tres semanas después de la declaración de Felipe) y la situación de Cataluña. Frente a esos retos, los grandes capitalistas ya no confiaban en los antes fieles puntales CiU, PNV, IU.
Felipe González contrastó -dicen- posiciones con el rey (y tal vez con otros poderes) antes de hacer sus declaraciones. Y no quiso esperar. Ante los nubarrones que cubrían la cita electoral inminente, marcó la línea públicamente para lo que pudiese venir: PP-PSOE.
Era una opción radical. Si Zapatero, al traicionar abiertamente a los trabajadores exigió al Comité Federal del PSOE que se sacrificase “por España” (en realidad por la política de la troika) “cueste lo que cueste”, si Rubalcaba había dejado al PSOE hecho unos zorros por apoyar al PP, Felipe señalaba que el viejo partido debía sacrificar los derechos de los trabajadores y sacrificarse hasta el fin, como había hecho el Pasok griego.
El soporte de la Corona
Tras el terremoto electoral, Rubalcaba anunció su dimisión y el Rey abdicó. Está muy extendida la idea de que la abdicación del Rey se precipitó para que Rubalcaba pudiese garantizar férreamente el apoyo del PSOE a la sucesión (recuérdese la oleada de pronunciamientos contra la misma que hubo entonces en las filas del PSOE).
Pero Rajoy no dimitió, tenía que garantizar muchas más “reformas” antiobreras y antidemocráticas aprovechando la mayoría absoluta del PP en ambas cámaras. Por ejemplo los Estados Unidos quieren asegurarse una base en Morón contra África antes de las elecciones, por lo que pueda venir.
Pero hay más. Rajoy ha podido y puede hacer todas sus canalladas aprovechando que no tiene una oposición digna de ese nombre, pues ocupa los bancos de enfrente un grupo socialista seleccionado por Rubalcaba y capitaneado por personajes como Hernando que nada tienen que ver con el movimiento obrero ni con las tradiciones laicas y republicanas del socialismo.
Las elecciones internas del PSOE alarmaron a los poderes constituidos, por la reiterada división del aparato y porque esa división permitía que se escapasen del control del aparato 20.000 militantes que para recuperar el socialismo votaron por una candidatura que buscaba hacer hueco al derecho a decidir, quería derogar el artículo 135 de la Constitución y era favorable a un referéndum sobre monarquía o república.
Se equivocan, pues, los daltónicos que igualan PSOE=PP. Porque el PP es el aparato de Estado mismo, y si el régimen tiene un segundo pilar no es el PSOE, levantado por los trabajadores y que parte de ellos no renuncian a utilizar, sino los equipos felipistas que están destruyendo al Partido tradicional de los trabajadores para sostener el gobierno del PP al servicio del FMI y la UE.
Cómo toma forma el susanismo
Tras las elecciones de mayo, el 1 de junio la mayoría de los barones del PSOE propusieron como secretaria general a Susana Díaz, la apadrinada de Felipe González. Querían la unanimidad pero no la obtuvieron. Entonces todo indica que el propio Felipe apadrinó a Pedro Sánchez como recambio para impedir que ganasen otros.
Sánchez ganó, pero en el inmediato congreso del PSOE Susana marcó la línea. En primer lugar (respondiendo a las preocupaciones de los grandes empresarios y del aparato de Estado), “España, España, España”. El Partido Socialista debía hacer piña con el PP para impedir el derecho de autodeterminación de Cataluña. “Cueste lo que cueste”. Costó la voladura del PSC y la pérdida del principal bastión electoral que el Partido Socialista había tenido desde 1977: los votos de la provincia de Barcelona para el Congreso. Ya no podría gobernar sino en coalición. Un punto para Felipe.
Pedro Sánchez ha mantenido la negación de los derechos del pueblo catalán, pero buscando parar la caída del PSOE en las encuestas ha hecho algunos regates que alarman al aparato de Estado y a las cúpulas del capital. Frases demasiado amables para con Cataluña y demasiadas distancias con el PP. En la web del PSOE sigue siendo muy visible el lema “No a la gran coalición con el PP”. Pedro Sánchez lo ha repetido, y al ver que nadie se lo tomaba en serio lo proclamó con gran solemnidad: en ningún caso haremos un pacto global con el PP. No habían pasado 24 horas cuando el hombre de Susana en Ferraz, número tres de la Ejecutiva, A. Prada, declaraba: “En ningún caso haremos un pacto con Podemos”. Dado que todas las encuestas prevén que nadie tenga la mayoría absoluta en las próximas elecciones generales, si se excluye el pacto con Podemos, hay que estar dispuesto a pactar con el PP, por tanto lo que había dicho Sánchez era descalificado como una tontería.
El escándalo más aireado fue la promesa de Pedro Sánchez de derogar el artículo 135 de la Constitución modificado por Zapatero-Rajoy para garantizar a los bancos el pago de la deuda por encima de cualquier otra obligación del Estado. Además de ZP, le replicaron públicamente González y Susana. Hoy la web del PSOE promete “blindar los derechos sociales en el 135”: una afirmación sin sustancia, porque si pasan por delante los intereses de los bancos no pueden blindarse los derechos sociales. Como se vio con las promesas de ZP de que los de abajo no pagarían la crisis, o con las promesas de Hollande (ahora lo promete Syriza).
Pero el retroceso no ha salvado a Pedro Sánchez. El capital español, el internacional, el aparato de Estado no quieren correr riesgos, quieren que el PSOE esté en manos que no tiemblen ni vacilen con concesiones a la voluntad de la mayoría social. A toda costa.
¿Es indiferente para los trabajadores lo que suceda en el Partido Socialista? Algunos dirán que sí. Nosotros no estamos de acuerdo. El PSOE sigue siendo el partido al que vota la mayoría de los trabajadores, y al que pertenecen muchos dirigentes de los principales sindicatos. No es lo mismo un PSOE que rechace los recortes que uno que los aplique desde el gobierno en coalición con el PP.