Carta Semanal 903 en catalán
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Ha muerto Mijail Gorbachov, quien fuera el último dirigente de la URSS y uno de los protagonistas de su disolución. Tras su muerte, asistimos a una paradoja: los medios de comunicación occidentales saludan casi unánimemente su memoria, mientras la inmensa mayoría de la población de los países que en su día formaron parte de la URSS que él dirigió muestra un claro rechazo hacia él, su política y su balance.
Elogios de los defensores del capital
No es casualidad. Para los medios al servicio del capital, la obra de Gorbachov, que llevó al estallido y la destrucción del primer Estado obrero de la historia, basado en la expropiación del capital, merece todo el elogio. Ya lo expresó de manera solemne una de sus instituciones más prestigiosas, el Comité del Nobel de la Paz, que le otorgó ese premio en 1990.
Para el New York Times, “los primeros cinco años de Gorbachov en el poder fueron marcados por logros significativos e incluso extraordinarios”
El presidente de los EEUU, Joe Biden, reaccionó a la noticia de su muerte con grandes elogios por “el coraje” y “la imaginación” que demostró durante su mandato y muchos años después. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, expresaba “mis condolencias por la muerte de Mijail Gorbachov, un hombre de paz cuyas elecciones abrieron un camino hacia la libertad para los rusos. Su compromiso con la paz en Europa cambió nuestra historia común”. Pedro Sánchez ha destacado que contribuyó con sus decisiones “de forma decisiva a terminar con la Guerra Fría y hacer de Europa, y del mundo, un lugar con más paz y libertad”, en tanto que Núñez Feijóo, ha dicho de él que “la paz y la libertad siempre estarán en deuda”.
Sin embargo, el gobierno de la Federación Rusa ha decidido no organizar un funeral de Estado, dada la controversia que eso podría originar, en un momento en que se acumula el descontento por la guerra.
Un hombre de la Nomenklatura
Gorbachov fue toda su vida un hombre de la Nomenklatura, la burocracia que usurpó el poder tras la muerte de Lenin y que se aprovechaba de ese poder para obtener enormes beneficios materiales. Burocracia cuyo ascenso al poder supuso la destrucción del partido bolchevique, que dirigió la revolución de octubre de 1917, y la liquidación física de sus principales cuadros.
En 1955, con 22 años, inició su carrera en ese aparato burocrático. Entre 1955 y 1962, fue primer secretario del comité del Komsomol de Stávropol. En 1970, fue ascendido a jefe del departamento del comité territorial del PCUS de Stávropol. En 1966 ascendió al cargo de primer secretario del comité del Partido de dicha localidad. En 1968, fue elegido segundo secretario del comité territorial del PCUS y en 1970 pasó a ocupar la primera secretaría de dicho comité.
En 1971, llegó al Comité Central del PCUS. En 1978, lo eligieron secretario de Agricultura en el Comité Central del Partido Comunista. En 1980, se incorporó al Politburó del Comité Central, convirtiéndose en su miembro más joven (a los cuarenta y nueve años). Llevaba 17 años en ese comité central cuando fue nombrado máximo dirigente.
Su política llevó a la desintegración de la URSS
El régimen de la URSS, dominada por la burocracia, atravesaba una profunda crisis, que en última instancia expresaba la contradicción irresoluble entre el carácter social de la propiedad, que exigía una gestión democrática de la economía por parte de la clase trabajadora, y la usurpación del poder por parte de la burocracia parasitaria. Una contradicción que, en 1938, expresaba así León Trotsky: “El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del Estado obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve el país al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo”.
Cuando Gorbachov asumió el cargo de secretario general del PCUS y, por lo tanto, principal representante de la burocracia dominante, la crisis del sistema era imparable. La gota que desbordó el vaso fue la huelga general de los mineros, iniciada en julio de 1989 por los de la región del Donbass, y que se extendió como la pólvora a través del Kuzbass siberiano, la ciudad ártica de Vorkuta, el Karagandy de Kazajistán y todo el país. Una huelga que, en algunas de sus reivindicaciones, ponía en cuestión el propio poder de la burocracia. La huelga adquiere en algunos lugares un carácter insurreccional. Los comités de huelga se hicieron cargo del funcionamiento de las ciudades. La venta de licores fue prohibida y se establecieron organizaciones para mantener el orden público. En algunas ciudades, los jefes de Policía tuvieron que rendir cuentas en reuniones masivas sobre orden público organizadas por los huelguistas.
Aterrorizada por la perspectiva de la movilización obrera, la burocracia, bajo el mando de Gorbachov, se lanza a un programa de reformas económicas y políticas. Declararía más tarde que se había visto obligado a aplicar políticas “peligrosas” para evitar que estallara “una revolución más sangrienta que la de Octubre”. Políticas que llevaron a la destrucción de la propiedad colectiva y la desintegración de la URSS.
En el terreno económico, se produce la apropiación de la propiedad colectiva por parte de los llamados “oligarcas”, que normalmente eran los miembros de la propia burocracia que administraban el correspondiente sector económico y que se apropian de él. Los antiguos dirigentes del PCUS se convierten en gobernantes de los nuevos Estados surgidos del estallido de la URSS. Boris Yeltsin, enterrador de la URSS, era miembro del Buró Político del PC. Gaidar, organizador de las privatizaciones, fue durante años cronista económico de Pravda. Kravchuck, que separó Ucrania de la URSS, era el secretario de Ideología del PC de Ucrania. Schevarnazde, primer presidente de la Georgia burguesa, era miembro del Buró Político del PCUS.
Como señala Xabier Arrizabalo[1], “La oligarquía rusa se inserta en el mercado mundial a partir de su condición de propietaria de las grandes riquezas del país, que son especialmente los recursos naturales tras la destrucción industrial padecida desde antes de 1991 y después (entre 1989 y 1996 el PIB per cápita cayó un 45 %)”.
Hay quien pretende que Putin, valiéndose del antiguo KGB y el monstruoso aparato represivo/administrativo, podría ser en cualquier forma el continuador de la URSS. Pero la realidad muestra lo contrario, su función como saqueador y destructor de la propiedad social, su papel en el mercado mundial como exportador de materia primas y su política militarista brutalmente agresiva (como vemos en la invasión de Ucrania) para “defender” su lugar en el mercado mundial, muestra su carácter estrictamente reaccionario, por más que intente arroparse de la defensa de la poblaciones de habla rusa. Putin, criado como Gorbachov en el seno de la Nomenklatura, no es heredero de la URSS, sino de la burocracia que la destruyó, y, en particular, del KGB que aniquiló a miles de revolucionarios bolcheviques, a la generación que hizo la revolución de octubre. Recordemos su discurso en que justifica la agresión a Ucrania acusando a los bolcheviques de haber creado artificialmente ese país. La política de Putin confirma el papel de la burocracia estalinista como agente del imperialismo en el antiguo Estado obrero.
Consecuencias de la destrucción de la URSS
Ese proceso supuso una formidable destrucción de fuerzas productivas, no conocido hasta entonces por la Humanidad fuera de periodos de guerra. El PIB de Rusia cayó un 45%, los salarios se redujeron a la mitad, la pobreza pasó de 2,2 millones en 1987 a 72 millones en 1995, los servicios públicos fueron destruidos. Un tercio de la población cayó en la miseria por la privatización: el consumo de carne cayó un 23%; el de leche, un 28%. La esperanza de vida, que era de 71 años antes de la caída de la URSS, cayó a 65 en 2007. La población disminuyó en 3 millones.
El balance político de Gorbachov es la destrucción de la URSS y la liquidación de la propiedad colectiva y de las conquistas de la revolución de octubre de 1917, sustituidos por el poder de los oligarcas mafiosos, hoy bajo el control del sector más duro de la antigua burocracia: el KGB. Su balance económico ha sido la miseria de la inmensa mayoría de la población, mientras un grupo de multimillonarios mafiosos, surgido de esa misma burocracia, ha amasado enormes fortunas.
Hoy la población rusa, en particular los trabajadores, padece las consecuencias de la guerra. La Duma aprobó rápidamente leyes represivas para impedir las manifestaciones contra la guerra.
Pero todo el mundo es consciente que el proletariado ruso y las más amplias masas, como hicieron en el pasado, volverán a la resistencia abierta y la movilización. Rusia ha conocido las más grandes revoluciones en esta época desde 1905 y en particular en 1917.
Más tarde o más temprano, en un movimiento que se nutrirá de las huelgas que se inician en Europa desde Alemania, Gran Bretaña o Grecia, el proletariado ruso retomará su papel en la lucha de emancipación contra la guerra, la explotación y la opresión.
[1] Capital y militarismo: la guerra contra el pueblo ucraniano. Artículo que aparecerá en La Verdad nº 111