La corrupción es el régimen

(publicado en la Carta Semanal 498)

Carta-498El régimen monárquico establecido en 1978 conservando lo esencial del aparato de Estado y del entramado económico-estatal del franquismo (jueces, policías, grandes bancos, constructoras y empresas construidas al amparo del régimen) se hunde. Los escándalos de corrupción y la desafección popular hacia los principales partidos que lo sustentan son los principales síntomas de este hundimiento, junto con el levantamiento popular de Cataluña.

Pero la causa es el fracaso del régimen y del gobierno Rajoy en sus planes de imponer a los trabajadores la desaparición de todas sus conquistas. La reforma laboral ha hecho mucho daño a la negociación colectiva, pero no ha conseguido acabar con ella. La ofensiva contra los sindicatos los ha dañado gravemente –más teniendo en cuenta la escasa reacción de sus principales dirigentes– pero ni ha conseguido acabar con ellos ni ha conseguido someterlos plenamente (ahí están la huelga de barrenderos y jardineros o la lucha de Coca-Cola como ejemplo). Las privatizaciones y recortes en la Sanidad de Madrid han sido derrotadas por la movilización. Ha sido la lucha de clases, en última instancia, la causa de su fracaso.

Sin embargo, la clase trabajadora no ha podido –hasta ahora– echar atrás los recortes ni el pillaje de los que ejecutan los recortes. La causa fundamental de esto es la actitud de los dirigentes de sus organizaciones, especialmente el PSOE, CCOO y UGT, pero también –en menor medida por su menor peso– Izquierda Unida, que se han negado a ponerse al frente de esa movilización y de hecho, sostienen al gobierno aun a costa de la afiliación e influencia de sus organizaciones. Rubalcaba y Sánchez han dado todo su apoyo a Rajoy en el conflicto catalán, en tanto que el gobierno de coalición de Andalucía participa “responsablemente” en los recortes, financia a señoritos y aprovechados y hace frente común con la juez pepera para atacar a los sindicatos. Por su parte, Toxo y Méndez, en aras de la estabilidad institucional, se aferran a un diálogo social en el que el gobierno compra una paz social que perjudica seriamente a los trabajadores a cambio, al parecer, de mínimas concesiones en la cobertura del desempleo.

Como la actitud de los dirigentes impide a la clase trabajadora ocupar su papel natural en cabeza de la movilización contra el régimen y en defensa de los derechos nacionales, aparecen en el centro formaciones pequeñoburguesas como Podemos, que respeta el calendario electoral “normal” del régimen, o ERC en Cataluña, que canalizan la indignación popular y arrastran a muchos militantes honrados que buscan cómo derribar al régimen. Pero esas formaciones ni pueden ni pretenden aglutinar a los trabajadores y los pueblos para acabar con Rajoy y todo lo que representa. Al mismo tiempo, la descomposición del régimen y los ajustes de cuentas entre sus camarillas sacan a la luz el inmenso estercolero de las instituciones, lo que llama a los trabajadores y la mayoría social a darse medios para barrer todo ese mundo.

Una podredumbre que viene del franquismo

El pacto de 1978 con el aparato franquista impidió cualquier tipo de limpieza. Al igual que los responsables de la represión y los torturadores, los corruptos y los corruptores permanecieron en sus puestos con total impunidad, y los grandes negocios organizados bajo el amparo del régimen se perpetuaron sin que nadie les molestara. El método de conseguir contratos y concesiones administrativas que describió Luis García Berlanga en su película La Escopeta Nacional, de 1978, se perpetuó. No es de extrañar, por tanto, que el partido de los franquistas, el PP, acumule en sus filas a la inmensa mayoría de los corruptos descubiertos

El sistema no sólo se perpetuó, sino que ha demostrado un enorme poder de corromper a todos los que aceptan participar en el juego.

En primer lugar, las Cartas Semanales se han referido reiteradamente a la financiación de partidos y sindicatos por el régimen, para desviarlas de sus objetivos, y reforzar los aparatos que organizan la subordinación al régimen. A ello se añaden los privilegios de los cargos públicos y la integración en mecanismos como los consejos de administración. Sin ánimo de personalizar, veamos el ejemplo de Moral Santín, uno de los principales implicados en el escándalo de las tarjetas de Cajamadrid. Militante del PCE desde 1968, opositor a la línea de Carrillo, lo que le llevó a formar parte del Movimiento de Recuperación de la Unidad del Partido Comunista (MRUPC), y después del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), del que fue máximo dirigente en Madrid. Después, cuando el PCPE volvió al PCE, fue Diputado de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid desde 1987 hasta 1995. Llegó a la vicepresidencia de Cajamadrid en representación de IU. No basta con decir, como la también diputada de la Asamblea de Madrid por IU, Tania Sánchez, que Moral Santín no es que sea casta, es que es un golfo”. El hecho es que treinta y cinco años de simbiosis de los partidos obreros con el aparato de Estado franquista y a otro nivel la colaboración de los sindicatos que establece ese sistema corrupto han podrido a muchos otros militantes de las organizaciones obreras.

¿Limpieza dentro del régimen?

El semanario británico The Economist, órgano destacado del capital financiero, ha pedido, en un artículo titulado “Un montón de manzanas podridas” al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quefocalice el año que queda antes de las próximas elecciones generales en la lucha contra la corrupción, porque “de lo contrario podría perder el poder no a favor del PSOE ni de IU, sino de la formación que lidera Pablo Iglesias”.

Pero este régimen es la corrupción: los mecanismos provenientes del franquismo permiten el enriquecimiento escandaloso del 2% de la población. El 25% de la economía está “sumergido” para quebranto de los trabajadores, de las arcas públicas y los servicios sociales, lo que permite que cada año decenas de miles de millones desaparezcan en paraísos fiscales. Se calcula que hay medio billón de euros fuera de España. Las empresas del Ibex apenas pagan impuestos.

¿Cómo va a meterle mano a la corrupción el PP, creado como instrumento de ese sistema? Su propia sede nacional se remodeló con dinero de la “caja B” de la trama Gürtel, y reúne a una pila de procesados por la corrupción? ¿Hay que recordar que dos de sus antiguos tesoreros, el ex secretario general Ángel Acebes, el ex ministro y ex presidente de Baleares, Jaume Matas, uno de sus principales dirigentes hasta hace poco, Rodrigo Rato, y decenas de alcaldes y cargos públicos están presos o procesados por corrupción? ¿No estaban siete parlamentarios valencianos del PP imputados en diversos casos de corrupción? Y ahí está el último caso, el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, quien al parecer se pagó 32 viajes a Canarias para ver a su pareja con dinero del Senado. El PP no puede sino ovacionar a Monago y sacar de la cárcel a Matas.

¿Cómo van a perseguir a la corrupción este aparato de Estado, estas instituciones?

En la mitología clásica uno de los siete trabajos de Hércules fue la limpieza de los establos de Augías. Para llevarla a cabo, Hércules hubo de desviar dos ríos para inundar los establos y limpiarlos de la podredumbre acumulada. Aquí hace falta una gran movilización popular que arrase al régimen y con él toda la basura acumulada, y ponga en pie un nuevo régimen en el en que pueblo actúe y controle como soberano, la República. La clave es el combate para que las grandes organizaciones, en particular los sindicatos, se pongan a la cabeza de la inmensa resistencia social. Las manifestaciones convocadas el 29N por las marchas de la dignidad deben ser un punto de apoyo al respecto.

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