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La polémica sobre la Ley del “sí es sí”

Carta Semanal 926 en catalán

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Una fuerte polémica se ha levantado a raíz de las reducciones de condena y las liberaciones anticipadas en aplicación de la reforma de la Ley de Libertad Sexual, conocida como “ley del solo sí es sí”, que amplía el contenido de los delitos de  agresiones sexuales y disminuye las penas mínimas en algunos casos. La aplicación de la ley ha llevado a numerosas reducciones de sentencias por violación o abusos sexuales, aplicadas por los tribunales. Hasta ahora, se cuentan cerca de 400 casos, y se calcula que en una de cada cuatro sentencias por estos motivos está siendo reducida la condena.

Los partidos franquistas y los medios de comunicación más potentes han arremetido contra la ley y contra la ministra de Igualdad, Irene Montero, inspiradora de la misma. La ministra, por su parte, se ha negado obstinadamente a corregir la ley. Finalmente ha sido el propio PSOE quien ha presentado una proposición de ley para modificar la ley del sólo sí es sí, y el PP – con la intención de azuzar el enfrentamiento entre los socios del gobierno de coalición- ha anunciado su apoyo a la propuesta del PSOE.

Hemos de dejar clara una primera cuestión: la polémica nada tiene que ver con los derechos de las mujeres, sino con la naturaleza del régimen y el papel del poder judicial.

Un aparato judicial enemigo de las mujeres y de sus derechos

No cabe la menor duda del deseo de aparato judicial de boicotear cualquier medida que suponga avanzar en derechos para las mujeres, para la clase trabajadora o para los pueblos del estado. De la misma manera que ha avalado todas las reformas laborales, todos los recortes aplicados a los empleados y empleadas públicos y todos los recortes de derechos. Basta con señalar una cuestión: esos mismos jueces que tardan años en dictar una sentencia han revisado y reducido 400 en apenas 5 meses.

Ahí está el nudo de la cuestión, en la propia naturaleza del aparato judicial español, un poder ultrarreaccionario, heredado del franquismo sin depuración alguna y que, por tradición, es enemigo de todo progreso y de los derechos de las mujeres. Hay que recordar los cientos de actuaciones judiciales que durante años cerraron los ojos ante los malos tratos y agresiones machistas y cómo los jueces animaban a las mujeres maltratadas a retirar las denuncias y “sufrir en silencio”.  Porque, en el fondo, muchos opinan como el juez al que se le escapó, cuando creía que tenía el micrófono cerrado, llamar “bicho” e “hija de puta” a una mujer que denunciaba actos de violencia de género. Tan reaccionarios que no dudan en algo tan miserable poner en libertad a un violador con tal de atacar al gobierno.

Del mismo modo, hay que destacar las actuaciones bochornosas de decenas de jueces que, en casos de agresión sexual o de violación, insistían en preguntar a la mujer por la longitud de su falda o la profundidad de su escote, o consideraban como determinante tener en cuenta las horas en que transitaba por la vía pública o si había bebido o no. O el voto particular de uno de los jueces de la Audiencia Provincial de Navarra que, en la violación múltiple cometida por los energúmenos de la Manada, veía actos consentidos en “un ambiente de jolgorio y regocijo entre todos ellos”, incluida la víctima.

Al margen de los límites de la ley del “sí es sí”, ésta trataba de establecer que la cuestión a determinar es si ha habido o no consentimiento expreso de la mujer ante un acto sexual, para determinar si se trata de una agresión sexual.

Recordemos otro hecho: casi todas las condenas por agresión sexual o violación reducidas por los jueces en aplicación de la ley  sólo sí es sí lo han sido porque en su sentencia se les aplicaba a los violadores la pena mínima prevista (y, al bajar ahora la pena mínima, eso puede llevar a revisar la sentencia según el principio penal de que se aplica un cambio legislativo cuando es más beneficioso para el reo). Por tanto, hay que constatar que, al menos, en una de cada cuatro sentencias por violación los jueces han aplicado la pena mínima prevista.  Parece que a sus señorías les parecía excesiva la pena prevista en el código penal contra los violadores y abusadores, y procuraban irse a la pena mínima.

Ahora, ese mismo aparato judicial ha actuado contra la nueva ley, reduciendo las sentencias que ya antes consideraba “excesivas”.

Las instituciones heredadas del franquismo, contra todo progreso

En los pactos de la Moncloa y los acuerdos que llevaron a la constitución del 1978, los dirigentes del PCE, del PSOE y de algunas de las organizaciones “nacionalistas” aceptaron mantener lo esencial del aparato de Estado del franquismo, bajo la presidencia de Juan Carlos de Borbón, el heredero designado por Franco. El Rey es el mando supremo de las Fuerzas Armadas (art. 62 de la Constitución), y las sentencias de los tribunales se dictan “en  nombre del Rey” (art. 117 de la Constitución). Se mantuvo, por tanto, el aparato represivo, el aparato judicial, el ejército… se respetaron las fortunas amasadas bajo el franquismo (incluso las edificadas sobre el trabajo esclavo de los presos), se dejaron impunes todos los crímenes franquistas.

Con estas instituciones, que conservan enormes poderes, se pretende convencernos de que es posible llevar a cabo una política progresista. Y luego pasa lo que pasa, como en el caso de Estatuto de Autonomía de Cataluña, aprobado por el Parlament y las Cortes, ratificado por el pueblo catalán en referéndum… y anulado por un puñado de jueces reaccionarios. 

Los dirigentes de los partidos “de izquierda” que viven en las instituciones del régimen se quejan de lo que se llama lawfare, la persecución del aparato judicial contra políticos de izquierda. Y tienen razón en hacerlo: son numerosas las actuaciones judiciales contra Podemos, anunciadas y coreadas en la prensa, que luego se quedan en nada por falta de pruebas. Así ha sido Mónica Oltra expulsada del gobierno valenciano. Así han estado durante 10 años procesados por corrupción dos concejales de IU de Sevilla, para que la Audiencia Nacional establezca al final que no había ninguna prueba que justificara su procesamiento. Encima, con sus “códigos éticos”, que establecen -contra la presunción de inocencia- que la mera imputación debe llevar a la dimisión del afectado, las organizaciones ponen en bandeja a cualquier juez facha la posibilidad de expulsar de su puesto a cualquier electo de la izquierda.

Hay que acabar con las instituciones del franquismo, traer la República

La ingenuidad de Irene Montero y de muchos de sus defensores es olvidar la existencia de ese poder judicial, que va a obstaculizar y, si puede, impedir, cualquier avance social o en beneficio de la mujer, de la mayoría trabajadora o de los derechos de los pueblos. Pretender poner una vela a dios y otra al diablo, gobernar respetando las instituciones reaccionarias heredadas, legislar como si este poder judicial no tuviera enormes poderes.

Todo verdadero avance, incluso la defensa de los derechos conquistados y ahora cuestionados, exige dar pasos para acabar con la herencia franquista. Los derechos sólo van a estar plenamente garantizados acabando con el régimen, trayendo la República.

La polèmica sobre la Llei del “sí és sí”

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Una forta polèmica s’ha aixecat arran de les reduccions de condemna i els alliberaments anticipats en aplicació de la reforma de la Llei de Llibertat Sexual, coneguda com a “llei del només sí és sí, que amplia el contingut dels delictes d’agressions sexuals i disminueix les penes mínimes en alguns casos. L’aplicació de la llei ha portat a nombroses reduccions de sentències per violació o abusos sexuals, aplicades pels tribunals. Fins ara, es compten prop de 400 casos, i es calcula que en una de cada quatre sentències per aquests motius està sent reduïda la condemna.

Els partits franquistes i els mitjans de comunicació més potents han arremès contra la llei i contra la ministra d’Igualtat, Irene Montero, inspiradora d’aquesta. La ministra, per la seva banda, s’ha negat obstinadament a corregir la llei. Finalment ha estat el mateix PSOE qui ha presentat una proposició de llei per modificar la llei del només sí és sí, i el PP – amb la intenció de potenciar l’enfrontament entre els socis del govern de coalició- ha anunciat el seu suport a la proposta del PSOE.

Hem de deixar clara una primera qüestió: la polèmica res té a veure amb els drets de les dones, sinó amb la naturalesa del règim i el paper del poder judicial

Un aparell judicial enemic de les dones i dels seus drets

No hi ha el menor dubte del desig d’aparell judicial de boicotejar qualsevol mesura que suposi avançar en drets per a les dones, per a la classe treballadora o per als pobles de l’estat. De la mateixa manera que ha avalat totes les reformes laborals, totes les retallades aplicades als empleats i empleades públiques i totes les retallades de drets. N’hi ha prou amb assenyalar una qüestió: aquests mateixos jutges que tarden anys a dictar una sentència han revisat i reduït 400 en només 5 mesos.

Aquí hi ha el nus de la qüestió, en la pròpia naturalesa de l’aparell judicial espanyol, un poder ultrareaccionari, heretat del franquisme sense cap depuració i que, per tradició, és enemic de tot progrés i dels drets de les dones. Cal recordar els cents d’actuacions judicials que durant anys van tancar els ulls davant els maltractaments i agressions masclistes i com els jutges animaven les dones maltractades a retirar les denúncies i “patir en silenci”.  Perquè, en el fons, molts opinen com el jutge al qual se li va escapar, quan creia que tenia el micròfon tancat, anomenar “bitxo” i “filla de puta” a una dona que denunciava actes de violència de gènere. Tan reaccionaris que no dubten en una cosa tan miserable posar en llibertat un violador per tal d’atacar el govern.

De la mateixa manera, cal destacar les actuacions de desenes de jutges que, en casos d’agressió sexual o de violació, insistien a preguntar a la dona per la longitud de la seva faldilla o la profunditat del seu escot, o consideraven com a determinant tenir en compte les hores en què transitava per la via pública o si havia begut o no. O el vot particular d’un dels jutges de l’Audiència Provincial de Navarra que, en la violació múltiple comesa pels energúmens de la Manada, veia actes consentits en “un ambient de “jolgorio” i “regocijo” entre tots ells”, inclosa la víctima.

Al marge dels límits de la llei del “sí és sí”, aquesta tracta d’establir que la qüestió a determinar és si hi ha hagut o no consentiment exprés de la dona davant d’un acte sexual, per determinar si es tracta d’una agressió sexual.

Recordem un altre fet: gairebé totes les condemnes per agressió sexual o violació reduïdes pels jutges en aplicació de la llei només ho han estat perquè en la seva sentència se’ls aplicava als violadors la pena mínima prevista (i, en baixar ara la pena mínima, això pot portar a revisar la sentència segons el principi penal  que s’aplica un canvi legislatiu quan és més beneficiós per al reu. Per tant, cal constatar que, almenys, en una de cada quatre sentències per violació els jutges han aplicat la pena mínima prevista.  Sembla que a les seves senyories els semblava excessiva la pena prevista en el codi penal contra els violadors i abusadors, i procuraven anar-se’n a la pena mínima.

Ara, aquest mateix aparell judicial ha actuat contra la nova llei, reduint les sentències que ja abans considerava “excessives”.

Les institucions heretadesa partir del franquisme, contra tot progrés

En els pactes de la Moncloa i els acords que van portar a la constitució del 1978, els dirigents del PCE, del PSOE i d’algunes de les organitzacions “nacionalistes” van acceptar mantenir l’essencial de l’aparell d’Estat del franquisme, sota la presidència de Joan Carles de Borbó, l’hereu designat per Franco. El Rei és el comandament suprem de les Forces Armades (art. 62 de la Constitució), i les sentències dels tribunals es dicten “en nom del Rei” (art. 117 de la Constitució). Es va mantenir, per tant, l’aparell repressiu, l’aparell judicial, l’exèrcit… es van respectar les fortunes pastades sota el franquisme (fins i tot les edificades sobre el treball esclau dels presos), es van deixar impunes tots els crims franquistes.

Amb aquestes institucions, que conserven enormes poders, es pretén convèncer-nos que és possible dur a terme una política progressista. I després passa el que passa, com en el cas d’Estatut d’Autonomia de Catalunya, aprovat pel Parlament i les Corts, ratificat pel poble català en referèndum… i anul·lat per un grapat de jutges reaccionaris. 

Els dirigents dels partits “d’esquerra” que viuen a les institucions del règim es queixen del que s’anomena lawfare, la persecució de l’aparell judicial contra polítics d’esquerra. I tenen raó a fer-ho: són nombroses les actuacions judicials contra Podem, anunciades i corejades a la premsa, que després es queden en res per falta de proves. Així ha sigut Mónica Oltra expulsada del govern valencià. Així han estat durant 10 anys processats per corrupció dos regidors d’IU de Sevilla, perquè l’Audiència Nacional estableixi al final que no hi havia cap prova que justifiqués el seu processament. A sobre, amb els seus “codis ètics”, que estableixen -contra la presumpció d’innocència- que la mera imputació ha de portar a la dimissió de l’afectat, les organitzacions posen en safata qualsevol jutge fatxa la possibilitat d’expulsar del seu lloc qualsevol electe de l’esquerra.

Cal acabar amb les institucions del franquisme, portar la República

La ingenuïtat d’Irene Montero i de molts dels seus defensors és oblidar l’existència d’aquest poder judicial, que ha d’obstaculitzar i, si pot, impedir, qualsevol avenç social o en benefici de la dona, de la majoria treballadora o dels drets dels pobles. Pretendre posar una espelma a déu i una altra al diable, governar respectant les institucions reaccionàries heretades, legislar com si aquest poder judicial no tingués enormes poders.

Tot veritable avenç, fins i tot la defensa dels drets conquerits i ara qüestionats, exigeix fer passos per acabar amb l’herència franquista. Els drets només han d’estar plenament garantits acabant amb el règim, traient la República.

Con la Iglesia hemos topado

(publicado en la Carta Semanal 453)

Carta-453El gobierno Rajoy ha anunciado un anteproyecto de una nueva ley de aborto, que supone un grave recorte en el derecho al aborto, no sólo con respecto a la ley de Zapatero, sino incluso comparándola con la ley de 1985.

Se trata de una sumisión a las exigencias de la jerarquía episcopal católica y a los talibanes de los grupos antiaborto, que para mayor escarnio se autotitulan provida. La burguesía española no tiene más representación que la carcunda, su Estado se basa en la dependencia de la Iglesia.

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