Acerca de la Liga Comunista Revolucionaria y su historia

(publicado en la Carta Semanal 484)

Carta-484Recientemente, doce antiguos militantes de la LCR han publicado una Historia de la LCR. A propósito de ese libro, la web de Público ha difundido una entrevista con Martí Caussa, responsable de la edición del libro, en la que éste defiende su visión de la LCR y de la llamada Transición.

A este respecto, algunos militantes y otras personas cercanas a nuestro partido que militaron en la LCR, y que no se muestran muy conformes con lo que explica Martí Caussa en esa entrevista,  nos han pedido que expliquemos nuestro punto de vista.

Vamos a exponerlo brevemente, pero aprovechamos para recomendar a nuestros lectores la lectura del libro de nuestro camarada Luis González, El trotskismo en España, que dedica varios capítulos a la historia de la LCR.

¿Una organización trotskista?

La LCR se presentaba como una organización trotskista. Como tal, formaba parte del Secretariado Unificado que se proclama –ilegítimamente, en nuestra opinión– como “Cuarta Internacional”.  Pero en la entrevista con Martí Caussa el lector buscará en vano las palabras “trotskismo”, “trotskista” o “Cuarta Internacional”. Ni una referencia genérica a que la LCR formaba parte de una organización internacional o de una corriente política. Y eso que se lo ponen a huevo. Le preguntan si la LCR era una organización “de extrema izquierda”, y responde que “la LCR fue un producto más de una época de crisis de las organizaciones tradicionales y de defensa de la clase obrera con una perspectiva de lucha por el socialismo“. Más adelante la interrogan sobre si se sigue considerando comunista y responde que “no sabemos si esta palabra se regenerará y volverá al significado que yo he defendido” para añadir que “soy del comunismo revolucionario y democrático, algo que no ha existido todavía en ninguna parte” ¿Para Caussa no existió ese comunismo en los primeros tiempos de la URSS tras la revolución de Octubre de 1917, cuando el Partido Bolchevique era el partido de Lenin y Trotsky? ¿Por qué no habla de la lucha de la oposición de izquierda trotskista contra la degeneración estalinista y en defensa de la democracia soviética?

No pedimos a nadie que defienda hoy lo que pensaba hace treinta años, si ha cambiado de opinión, pero aquí lo que hay es una ocultación. ¿A qué obedece? ¿Tiene que ver con el hecho de que el Secretariado Unificado, con el que la revista Viento Sur, de cuyo comité de redacción forma parte Caussa, se identifica, reniega de la Revolución de Octubre y considera que ha sido “superada por la historia”? Pero ni aún eso justifica ocultar o falsificar la historia.

La LCR y la Transición

Caussa justifica la publicación de la Historia de la LCR y hace el eje de su entrevista en una cuestión: el libro “milita contra cierta idea muy extendida según la cual la Transición, tal como se hizo, era lo único posible (…). La LCR defendió, y el libro lo explica, que era posible una ruptura de raíz con el franquismo, conseguir una democracia consecuente y la defensa de las reivindicaciones populares“. Y añade que “si no fue posible fue porque organizaciones obreras muy importantes optaron por la vía de los pactos“.

¿Fueron así las cosas? No del todo: a los dirigentes de la LCR se les hizo siempre muy cuesta arriba oponerse a las corrientes mayoritarias de la oposición al franquismo, que eran entonces el PCE y sus satélites y la dirección de las CCOO. Se opusieron a la participación en el sindicato vertical, para acabar participando en las elecciones a enlaces y jurados del mismo. Criticaron las alianzas del PCE con la “oposición” burguesa al franquismo, materializadas en la Junta Democrática y la Asamblea de Cataluña, para acabar participando como “observadores” en algunos de esos organismos. Y en cuanto a la Transición, criticaron mucho, pero acabaron participando en las elecciones convocadas por Adolfo Suárez para dar forma a esa “transición”. Constituyeron candidaturas para, como dijeron entonces, “combatir el proyecto del gobierno luchando por unas Elecciones Constituyentes. Es bajo esa bandera como hemos planteado nuestra participación en las elecciones”. Lo que suponía llamar a los trabajadores y a la juventud que se oponía a la transición a participar de hecho en el proceso de “reforma democrática” del régimen franquista. Su periódico Combate nº 76, del 9 de junio de 1977 decía que los que defendían el boicot a esas elecciones “se marginan de la vía más segura para llevar a los trabajadores al enfrentamiento con las Cortes de la Monarquía”. Cuando tras las elecciones el pucherazo organizado por el aparato de estado franquista bajo la dirección del ministro del Interior Martín Villa dio la mayoría en esas Cortes a la UCD de Adolfo Suárez, la LCR adoptó una política de participación “desde fuera” en la redacción de la Constitución de 1978., mediante la presentación de enmiendas al proyecto de constitución, que la LCR redactó pidiendo a los parlamentarios del PSOE, PCE, PSP y PSA que defendieran.

El fin de la LCR

Tanto la  Historia de la LCR como la entrevista con Caussa se detienen en un mismo momento: La unificación de la LCR con el partido de origen maoísta Movimiento Comunista (MC) y la desaparición en apenas dos años de la nueva organización fruto de esa unificación.

En Público podemos leer: “¿Qué ocurrió? El libro no da respuesta. Su relato se detiene casi del todo en 1991. Martí Caussa dice que él tampoco tiene estructurada una respuesta personal”,  y añade “que tampoco sería muy interesante”. Según él, la búsqueda de la explicación “puede ser una tarea de futuro”.

Y sin embargo, la orientación actual de Caussa y de la inmensa mayoría de los herederos de la difunta LCR, vinculados al Secretariado Unificado y agrupados en distintas organizaciones, aunque la mayoría forma parte de Izquierda Anticapitalista, exigiría sobre todo hacer un balance de esa disolución de la LCR en la organización unificada con el MC (de origen maoísta). Caussa defiende en la entrevista con Público que “en la situación actual creo que lo que se impone es el impulso de organizaciones amplias, que aglutinen a muchos sectores“. Y añade que “si observamos la experiencia del Procés Constituent, es un movimiento político-social muy amplio. Si vemos Podemos, también. Si vemos la propuesta de candidatura que hace ‘Guanyem Barcelona’, también es muy amplia, y la misma CUP ha impulsado las ‘Trobades Populars Municipalistes’…” La participación destacada de Izquierda Anticapitalista en Podemos y las demás experiencias “amplias” ¿no exigiría ese balance de la unificación LCR-MC? Pero una cosa ha caracterizado siempre, como explicamos antes, a la LCR: no le gusta nadar contra corriente. Y analizar lo sucedido con la unificación LCR-MC puede llevarle a oponerse a esos “movimientos amplios” –algunos dirigidos por líderes carismáticos y con muy poca democracia interna, más bien sustituida por Internet–, en que los principios políticos deben diluirse u ocultarse para no restar simpatías (y votos). Hay una continuidad, el ocultar o diluir el papel protagonista de la clase trabajadora y la necesidad de utilizar sus organizaciones de clase. O sea, nos parece un “balance” al margen de la experiencia que los trabajadores y los pueblos han hecho desde la muerte de Franco.

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