(Publicado en la Carta Semanal 576)
A todos los efectos, excepto el estrictamente legal, la campaña electoral ha comenzado. Y muchos trabajadores y jóvenes, decepcionados por la ocasión perdida de formar un gobierno de izquierdas (es decir, un gobierno que diera respuesta a las exigencias y reivindicaciones de la clase trabajadora, la juventud y los pueblos) se preguntan si merece la pena volver a votar, y es posible que haya sectores de trabajadores y de jóvenes que no voten porque piensan que las elecciones no son la vía para satisfacer las reivindicaciones. Otros muchos van a votar al PSOE por fidelidad a este partido y para acabar con la era Rajoy. Para otros, la presentación de la coalición Podemos-IU abre nuevas esperanzas. Otros, finalmente, van a optar por formaciones “nacionalistas” por rechazo a los recortes impuestos desde Madrid y para defender los derechos de los pueblos, aplastados en el “Estado de las Autonomías”.
En todo caso, la oportunidad de utilizar las elecciones para echar a Rajoy sigue existiendo, y no puede ser desaprovechada, a pesar de la actuación de los dirigentes y la orientación de los programas con los que se presentan.
El PSOE de Pedro Sánchez
No cabe la menor duda de que el principal obstáculo para que se produzca un voto masivo al Partido Socialista es la orientación de su dirección, la línea que los “barones y baronesas” autonómicos y el aparato del partido han impuesto y que Pedro Sánchez ha aceptado.
Esa línea no es otra que aferrarse a la defensa del régimen monárquico y de la Unión Europea, contra las aspiraciones de las masas.
Para empezar, la negativa a aceptar la defensa del derecho a decidir de los pueblos del estado español, y del pueblo catalán en particular, que supone un torpedo bajo la línea de flotación de las expectativas electorales del PSOE en Cataluña, Euskadi, Galicia e incluso el País Valenciano. Y también provoca rechazo en militantes obreros y ciudadanos de todo el Estado que no soportan ver que los dirigentes del PSOE se expresen con el lenguaje provocador de los franquistas. En las elecciones del 20 de diciembre, más de siete millones de votos fueron a candidaturas que, de una forma u otra, defendían el derecho a decidir, pero la dirección del PSOE se niega a incluir en su programa esta propuesta, necesaria para restaurar la fraternidad entre pueblos, y para la propia imagen del PSOE como partido de la convivencia entre pueblos. Hay que tener en cuenta que sin recuperar los afiliados y los votos perdidos en Cataluña el PSOE no podrá volver a ser el candidato de la izquierda al gobierno, y que su oposición a los derechos democráticos de los pueblos ya le ha impedido en los meses pasados llegar al gobierno con los aliados de izquierda naturales.
No sólo es eso. En otras cuestiones, Pedro Sánchez esta totalmente agarrotado por el aparato, lo que le hace incapaz de lanzarse a hacer propuestas que puedan entusiasmar a los trabajadores y, sobre todo, a la juventud. El Pacto con Ciudadanos muestra su horizonte político. Incluso después de que Ciudadanos lo haya declarado caduco, sigue, como el Cid campeador, librando batallas después de muerto. Sólo que ese pacto no ha hecho sino perderlas.
Hay que insistir en lo que ha declarado Albert Rivera, que ese pacto tenía un objetivo principal, cerrar el paso a la posibilidad de que Podemos se sentara en el gobierno. Algo que sí ha conseguido, sin duda. Aunque, de paso, también haya evitado que Pedro Sánchez llegara a la Moncloa, y le haya dado a Rajoy una nueva oportunidad de ganar, algo que muchos militantes socialistas deben, sin duda estar pensando en estos momentos.
El acuerdo de Podemos e Izquierda Unida
Para un sector importante de trabajadores y jóvenes, el acuerdo electoral de coalición entre Podemos e Izquierda Unida supone una esperanza. Ahora bien, al margen de las hipótesis sobre los posibles resultados, el programa de ese acuerdo está muy lejos de poder dar salida a las reivindicaciones y expectativas de la clase trabajadora. Su clave no es la satisfacción de las reivindicaciones, sino el sorpasso, la competencia con el PSOE como partido que quiere mantener (con algunas reformas) el régimen del 78 que antes denostaba.
Basta con echarle una ojeada para ver que todos los elementos de posible ruptura que IU había defendido han desaparecido en el acuerdo de 50 puntos con Podemos. El mantenimiento del régimen queda garantizado con la exclusión de toda propuesta de Proceso Constituyente (sustituido por una reforma constitucional basada en un referéndum “al amparo del artículo 92.1 de la Constitución”) o de República. La sumisión al orden imperialista por la desaparición de toda mención a la ruptura con la OTAN, o a tocar las bases militares USA. La exclusión de toda vía de ruptura con la UE y el euro por las propuestas de pedir más plazo para reducir el déficit público y de reforma de la “gobernanza económica de la Unión Europea” y del “pacto de Estabilidad y Crecimiento”. Lo mismo que decía Hollande en Francia cuando fue elegido (y sólo hay que ver dónde ha acabado Hollande).
Y para rematar la faena, la imposición de candidatos “comunes” como el general José Julio Rodríguez, de quien hace poco el coordinador de IU de Andalucía, Antonio Maíllo, decía que era «responsable del diseño y de la participación de España en la guerra ilegal de Libia», propuesto, además, como posible ministro de defensa. Pues ahora Maíllo lo tiene como cabeza de lista por Almería, justo en una región donde hay tres bases americanas, que suponen una amenaza directa para los pueblos del norte de África. O como los jueces Juan Pedro Yllanes y Victoria Rosell, que se ha negado a firmar la petición de indulto del sindicalista del SAT –y, no olvidemos, candidato de Podemos por Jaén– Andrés Bódalo o incluso han justificado la sentencia contra éste. Algo coherente con el pasado de la jueza Rosell como perseguidora de sindicalistas.
Izquierda Unida se ha apresurado a insistir en que mantiene su programa, por más que ese “mantenimiento” no tenga ningún efecto práctico, puesto que el acuerdo firmado con Podemos se titula “50 pasos para gobernar juntos”, y define, por tanto, el programa con el que están dispuestos a gobernar.
La cuestión es que todo en ese programa común busca sembrar la ilusión de que son conciliables las exigencias y reivindicaciones de los trabajadores y el dictado del capital financiero y las instituciones de la Monarquía y del capital financiero.
No en vano Juan Rosell, presidente de la CEOE, ha declarado que no le preocupa la alianza de IU con Podemos porque “lo importante son los programas electorales”.
¡Unidad para echar a Rajoy y satisfacer las reivindicaciones!
Nuestra posición la conocen los lectores de esta Carta Semanal. No ha cambiado, y creemos que los hechos la confirman. Para dar satisfacción a las exigencias y reivindicaciones de la clase trabajadora es preciso un gobierno que no se someta ni al marco de la Monarquía prisión de pueblos ni a las exigencias de las instituciones del capital financiero como la UE, el FMI, la OTAN.
Entonces, ¿todo está perdido? ¿Nada puede salir de estas elecciones? ¿Hay que convencer a las personas trabajadoras y la juventud de la inutilidad de ir a votar? Por encima de la voluntad de este o aquel dirigente está la fuerza de la clase trabajadora, de la lucha de clases.
La clase trabajadora, con su organización y su movilización, puede imponer la realización de su programa concreto de exigencias y reivindicaciones. Para ello el primer paso es la lucha por la unidad para echar a Rajoy, al PP, y a las políticas del PP del gobierno.
En estas condiciones consideramos que los intereses de los trabajadores y los pueblos se concentran en imponer la unidad para que se forme un gobierno que dé satisfacción a las reivindicaciones sin aceptar los dictados de la Monarquía, el capital financiero y Bruselas. Por ello damos todo nuestro apoyo a la Conferencia Obrera de Emergencia que el 4 de junio tendrá lugar a iniciativa del Comité por la Alianza de Trabajadores y Pueblos.