Tras las  elecciones en Estados Unidos – Declaración del Secretariado Internacional de la IV Internacional 

Carta Semanal 1019 en catalán

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La elección de Donald Trump y su mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado, obviamente, no ha cerrado la crisis política que culminó en 2020 en Estados Unidos con el asalto al Capitolio. Incluso se profundizó durante la campaña electoral y reveló la fractura de la sociedad estadounidense. La decepción, la pérdida de confianza y el rechazo al Partido Demócrata se expresaron en la espectacular pérdida de 7 millones de votos desde las últimas elecciones de 2020, «la mayor caída en 45 años». No solo «el colapso de la participación electoral demócrata contribuyó a la victoria de Trump», sino que es una «derrota aplastante» para el partido de Joe Biden y Kamala Harris (Wall Street Journal). A pesar de que ganó las elecciones, con una ventaja relativamente pequeña, el Partido Republicano no está en una situación mejor. Trump le impuso su candidatura. Las primeras nominaciones para puestos clave en la futura administración estadounidense son cuestionados dentro del propio partido. Deben ser confirmados por el Senado, donde el líder de la nueva mayoría republicana no es el que querían los cercanos al nuevo presidente y donde los votos son, a estas alturas, inciertos. La nominación de Marco Rubio para el Departamento de Estado y la ofensiva lanzada con la creación del «Departamento de Eficiencia Gubernamental» para liquidar sectores enteros de la administración estadounidense provocará inevitablemente grandes conmociones. Todo el sistema político estadounidense está en crisis.

 

«¿Por qué votó por Trump y también por mí? »

Una congresista del Partido Demócrata de Nueva York

 

Durante cuatro años, en el corazón del imperialismo más poderoso, el capital ha hecho lo que mejor sabe hacer: subir los precios y las ganancias en beneficio exclusivo de un puñado de explotadores, que acaparan cada día más la riqueza del país. Para la inmensa mayoría de la población trabajadora estadounidense, los precios de los alimentos y la vivienda se han disparado en un 25%. La administración Biden/Harris se afirmaba cercana a los sindicatos y prometió a los trabajadores una vida mejor. Pero la inflación ha empeorado la ya precaria situación de 144 millones de estadounidenses no sindicalizados, que representan el 90% de la mano de obra asalariada, y ha propiciado el desarrollo de huelgas masivas en los sectores más organizados y combativos de la clase obrera. En las urnas, la sanción es inapelable. Inevitablemente, la ausencia de una solución para defender a los trabajadores y la democracia ha alimentado las ilusiones en el voto a Trump, que hizo creer a  algunos de los 76 millones de estadounidenses que le votaron (2 millones más que en las elecciones de 2020) que la solución a sus problemas está en sus políticas reaccionarias: despido de miles de funcionarios, deportación de entre 15 y 20 millones de inmigrantes, desregulación de la economía y de las leyes que protegen a los trabajadores y al medioambiente, reorganización de las relaciones internacionales, caso por caso, para favorecer los intereses del capital financiero estadounidense y continuar su política de saqueo y marcha hacia el caos, reforzamiento de la represión, derogación del derecho al aborto… En unos Estados Unidos profundamente divididos y organizados en torno a los dos principales partidos, Kamala Harris obtuvo 74 millones de votos y perdió a uno de cada diez votantes. 89 millones de estadounidenses no votaron.

Siempre que fue posible a nivel local y a menudo de manera contradictoria, impulsados por una defensa apasionada de los sindicatos y las conquistas de los trabajadores, la democracia, los derechos de las mujeres, el rechazo al racismo y la guerra, muchos candidatos de DSA fueron elegidos. Como expresión de estas contradicciones, los votantes de Missouri votaron el mismo día por Trump y para enmendar la constitución estatal para garantizar el derecho al aborto. Lo mismo sucedió en Montana y Arizona. Votaron abrumadoramente a favor de aumentar el salario mínimo en un 22% e introducir la licencia por enfermedad pagada por el empleador, una reivindicación asumida por los sindicatos… que Trump quiere debilitar.

Biden y Harris también están pagando el precio de su apoyo inquebrantable al Gobierno israelí de B. Netanyahu, en continuidad con la anterior administración Trump. En la mayor ciudad estadounidense de mayoría árabe (Dearborn) y en uno de los estados más industrializados del país (Michigan), Kamala Harris obtuvo el 36% de los votos y perdió la mitad de los votantes del Partido Demócrata. Los habitantes de este estado habían advertido de que su apoyo no estaba asegurado debido al «inquebrantable apoyo financiero y militar de Estados Unidos al genocidio israelí en curso en Gaza». El mismo lugar donde la diputada Rachida Tlaib (DSA), que se distinguió por su apoyo a Palestina, fue elegida con el 70% de los votos. Es una demostración palpable, como muchos otros candidatos del DSA han demostrado a nivel local, de que es perfectamente posible ganar, y por un amplio margen, en una línea de ruptura. Pero a nivel nacional, desfavorecidos por el sistema electoral estadounidense, los electores no tenían la posibilidad de votar por una candidatura de ruptura, independiente de la representación política del capital en los Estados Unidos encarnada por los dos partidos principales (Demócrata y Republicano). Sin lugar a dudas, la clase capitalista estadounidense buscará continuar con la política desarrollada durante décadas, acentuada por Trump con sus características particulares. Su victoria fue aceptada de inmediato por Biden/Harris, quienes pidieron «al pueblo estadounidense que permanezca unido», y aclamada en todo el mundo por todos los representantes del mantenimiento del orden.  

 

«Es posible que ningún partido o personalidad pueda superar la actual ola global de rechazo» (Financial Times)

Las elecciones estadounidenses no conciernen solo al pueblo norteamericano. Tienen un alcance global. Expresan la crisis de dominación del imperialismo norteamericano y forman parte de la evolución de la situación internacional: el conflicto entre Estados Unidos y China; el genocidio del pueblo palestino y sus consecuencias internacionales; la ofensiva estadounidense para demoler el corazón industrial de Europa y desarrollar la economía de guerra intensificando aún más la guerra en Ucrania, a riesgo de una conflagración generalizada. Sus resultados no pueden entenderse de manera aislada y adquieren una importancia particular debido al lugar que ocupan los Estados Unidos en el mundo.

Como escribe el Financial Times: «Desde los demócratas estadounidenses hasta los conservadores británicos, desde la coalición Ensemble de Emmanuel Macron hasta los demócratas liberales de Japón, pasando por el BJP de Narendra Modi, que alguna vez fue dominante en la India, los partidos en el poder y sus dirigentes han experimentado una serie de reveses sin precedentes este año. Todos los partidos en el poder que se presentaron a las elecciones en un país desarrollado retrocedieron en ellas. Es la primera vez que ocurre en la historia, con datos que se remontan a 1905».

Y concluye: «Es posible que ningún partido o personalidad sea capaz de superar la actual ola global de rechazo».

Una ola alimentada por la resistencia de los pueblos y de la clase obrera organizada, su rechazo a hundirse en la miseria, su rechazo a la guerra y al imperialismo estadounidense, su rechazo al genocidio, la barbarie y el asesinato de miles de niños palestinos que Netanyahu, Biden, Macron, Scholtz, Starmer y sus partidarios, desde hace más de un año y frente a la población mundial, intentan cada día justificar y banalizar hasta el punto de convertirlo en una forma normal de gestionar los asuntos mundiales.

Una inevitable y perfectamente justificada «ola de rechazo» de la que Trump tampoco escapará ya que sus políticas exigen medidas brutales contra los trabajadores, pero también cuyo resultado es imposible de predecir en esta etapa, ya que las contradicciones se exacerbarán ahora.

Por un lado, la crisis de dominación del imperialismo y del capital financiero, en busca de «soluciones» cada vez más liberticidas y autoritarias, apoyándose en la extrema derecha y en los sectores más reaccionarios de la sociedad, de los cuales Trump, como otros y no solo en Estados Unidos, representan lo más destacado.

Por el otro, la lucha de clases, las huelgas masivas en plena campaña electoral (estibadores en la costa este, obreros de Boeing y del automóvil), la defensa de las conquistas obreras y las libertades democráticas, las manifestaciones por el alto el fuego en Palestina y el embargo de armas, el rechazo a los despidos, la defensa de los servicios públicos y sanitarios, del medioambiente, etc. Estamos en ese bando con los millones de personas que están tratando de reunir sus fuerzas para acabar con este régimen capitalista podrido. Estamos ahí con nuestro patrimonio político, nuestra experiencia y nuestros análisis para ayudar a todo lo que refuerce la resistencia, el rechazo y la búsqueda de puntos de apoyo para ayudar a estos millones en un momento en el que solo podremos lograrlo a través de una política de ruptura.

Para ayudarles a tomar las riendas de los destinos de la sociedad, para ayudar a organizar y fortalecer las nuevas fuerzas que surgen en cada país y a escala internacional, os invitamos a uniros a las secciones de la IV Internacional.

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