La guerra y la crisis del sistema imperialista

Carta Semanal 888 en catalán

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La guerra de Ucrania pone de nuevo sobre la mesa muchos elementos que han estado en discusión entre los militantes obreros. A este respecto, en el debate de la dirección de la IV Internacional, un camarada señalaba lo siguiente: «El X Congreso Mundial de la Cuarta Internacional tendrá que tener en cuenta todos estos elementos, evaluándolos con el único criterio de los intereses de clase del proletariado mundial.  Este no es de ninguna manera un ejercicio académico querido por los profesores de ‘geopolítica’ que balbucean todos los días frente a las cámaras de televisión». Tiene razón.  Y para hacerle justicia, es esencial situar esta guerra en su lugar en la historia de la crisis de todo el sistema imperialista. De entrada, es necesario constatar un hecho: la crisis actual no es causa de la guerra, más bien lo contrario.

Recapitulemos: esta guerra no es la continuación de las dos primeras guerras mundiales. Las dos primeras granes guerras imperialistas (1914/1918. 1939/1945) fueron guerras por la dominación del mundo.  Sin embargo, la dislocación en curso del orden mundial establecido en 1945, en 1945 y de todas las instituciones surgidas de allí, desde el FMI a la ONU, «no se debe a la impugnación de la hegemonía estadounidense por parte de otra potencia, sino al agotamiento de las condiciones en que fue fundada (…). Al asumir el liderazgo de la economía mundial en su etapa imperial, Estados Unidos se está haciendo cargo de todas sus contradicciones» (Capitalismo y economía mundial, por Xabier Arrizabalo). En resumen, no se trata, de ninguna manera de una cuestión de «relevo», de sustitución  de la posición hegemónica del imperialismo estadounidense por parte de una potencia competidora.

Esta guerra no es parte del esbozo de un nuevo «orden mundial» (como el que pretendía George Bush en 2001 después del atentado a la Torres Gemelas). Es la expresión de la convulsa desintegración del mercado mundial. Agreguemos una aclaración: no fue la guerra la que causó el tsunami inflacionario. Las «fuertes presiones inflacionarias» la han precedido, reconocen todos los expertos. La guerra, incluidas las sanciones de la Unión Europea, – sanciones, en realidad, contra el pueblo ruso, que repercuten contra todos los pueblos europeos y anuncian una hambruna generalizada en más de 40 países de África y Medio Oriente- sin duda las ha agravado, provocando este grito de angustia del periódico Le Monde (15 de abril: «Como un incendio forestal, la inflación no conoce fronteras ni áreas protegidas. Una vez superada la temperatura necesaria, nada puede detener las llamas”.

¿De dónde viene esta inflación?

Pero ¿de dónde viene esta inflación? Es producto de los billones de dólares inyectados por los bancos centrales en los mercados para salir de la crisis financiera de 2007-2008, «Garantizar la liquidez del mercado y mantener artificialmente bajos los tipos de interés a largo plazo para impulsar la economía, una política que ha llevado al banco (la Reserva Federal) a comprar más de 9 billones de dólares en valores, el equivalente al 40 % del producto interior bruto de Estados Unidos”.

(Le Monde, 6 de mayo de 2022). Esta inyección de dinero buscaba entre otras cosas prevenir o impedir una explosión social generalizada después de la oleada de revueltas y levantamientos en 2019.

La desintegración del mercado mundial denunciada por la OMC es la consecuencia inevitable de la lucha emprendida por el capital financiero para hacer frente a la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, una lucha para aplastar el coste de la fuerza de trabajo a través de la desregulación y la precarización de trabajo.

La desintegración del mercado mundial  es la consecuencia de los intentos del capital financiero de abrirse por la fuerza espacios de valorización del capital capaces de restaurar el proceso de acumulación en un mercado sobresaturado.  Una contradicción que el columnista económico de Le Monde resume en esta fórmula: «El mundo se está encogiendo a ojos vista. Un día era amplio y estaba lleno de posibilidades. Ahora está saturado y lleno de trampas”

Así es como el imperialismo estadounidense, aprovechando la guerra desatada por Putin, utiliza todas sus fuerzas para abrir un nuevo espacio para la valorización del capital obligando a sus «aliados» a una inversión masiva en la economía de armamento, recurso múltiples veces utilizado pero que agrava el caos creciente del mercado mundial.

Biden, como Putin…

Biden, como representante de los intereses de los monopolios imperialistas estadounidenses, y Putin, como representante de la oligarquía mafiosa gobernante en el Kremlin, buscan garantizar a los intereses a quienes sirven el acceso a las materias primas (o sea, el control del mercado de las materias primas desde la energía a los alimentos),

 que sienten que necesitan en el marco de la transformación económica que debería conllevar la «transición energética»,

No hay dos campos. Hay un enfrentamiento –que no excluye la posibilidad de un derrape– golpe a golpe y de manera anárquica entre los gángsters que se encuentran a la cabeza de los monopolios imperialistas y los oligarcas. En este sentido, podemos decir que hemos entrado en una guerra sin fin, una expresión de la dislocación del mercado mundial, una consecuencia de la crisis de todo el sistema.

No hay dos campos

No hay dos campos.  No hay ni un campo progresista contra la reacción, ni siquiera dos campos que luchen por la hegemonía mundial.  Existe el campo de los monopolios imperialistas y los oligarcas comprometidos en la dislocación del mercado mundial con todo lo que esto conlleva de brutalidad y de desorden a imagen y semejanza de la anarquía que preside el funcionamiento del sistema capitalista.

La referencia a una guerra entre democracia y dictadura es una estafa destinada a ocultar la crisis social sin precedentes en la que la inflación, síntoma de la crisis, está hundiendo al mundo.

Asustados por la reacción predecible de las ante aquello que hay que llamar por su nombre: la organización en todos los continentes de una gigantesca ofensiva de “devaluación de la fuerza de trabajo”, asustados por la amenaza que esta reacción representa para todos los gobiernos, tanto los de las potencias imperialistas, como los de los países dominados de África, América Latina y Asia, los representantes del capital financiero han decidido aprovechar la cuestión de la guerra para avanzar a marchas forzadas hacia el establecimiento de una unión nacional, es decir, la exigencia a partidos y sindicatos de renunciar a la lucha por reivindicaciones y derechos en nombre de un supuesto interés superior.

Ya podemos decir que los enfrentamientos que se preparan lo hacen bajo nuevas condiciones políticas. En una situación marcada por el desmoronamiento de todos los poderes y por la crisis mortal de todas las representaciones políticas que se han inscrito en el marco de la defensa de las instituciones del orden burgués, se desgajan nuevas fuerzas, una gran fracción de la juventud, que buscan encarnar la «ruptura» con el viejo orden, y que se involucran en un proceso complejo y aparentemente contradictorio de reconstrucción de una auténtica representación política de la clase obrera.

Esto es lo que testimonia el surgimiento de la «Unión Popular” en Francia cuyas expresiones no se limitan a Francia, ni siquiera a Europa. Existe una necesidad urgente de establecer contacto con todos aquellos grupos que, en Europa, y a escala internacional, han entrado en un proceso de ruptura vinculando la exigencia de un aumento general de los salarios, la congelación de los precios, la defensa de las pensiones, el restablecimiento de los sistemas de salud y educación- haciendo resurgir, en toda su actualidad, el sistema de «reivindicaciones transitorias» (como la escala móvil de salarios) el rechazo de los presupuestos de armamento, encarnación de la política destructiva de todos los gobiernos sometidos al imperialismo.

Lógicamente, la organización en Madrid, los días 29 y 30 de junio, de la cumbre de la OTAN, que a la vanguardia y la retaguardia de los hacedores de las guerras, debería proporcionar el eje de un gran agrupamiento de todos aquellos que deciden comprometerse concretamente en la lucha contra la guerra.

Numerosas fuerzas, que incluyen a los sindicatos, ya han decidido convocar una manifestación contra la cumbre el 26 de junio en Madrid. Preparamos un mitin internacional para el día 25 en Madrid, contra la cumbre, que se inscribe en las múltiples movilizaciones en curso y en continuidad con la Conferencia Obrera europea de urgencia del 9 de abril pasado.

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