(Publicado en la Carta Semanal 743 – ver en catalán)
La vicepresidenta en funciones Carmen Calvo declaró el pasado sábado 17 de agosto que “estamos viendo lo que hace la derecha y la ultraderecha en Europa y las perspectivas que arrastran son cada vez más preocupantes. España cumple con sus obligaciones”. El gobierno supuestamente progresista de Pedro Sánchez intenta culpar exclusivamente al evidentemente reaccionario gobierno italiano y su ministro del Interior el Sr. Salvini, haciendo gala de un verdadero cinismo.
España cumple con sus obligaciones, en efecto, mantiene las concertinas en Ceuta y Melilla, blinda el estrecho de Gibraltar e impone al gobierno marroquí las obligaciones de país seguro, o sea paga para que Marruecos impida o limite la inmigración de cientos de miles y se vea obligado a acoger a los MENA.
La política del gobierno español es la misma de todos los gobiernos europeos, progresistas o no, es decir tratar a los emigrantes como bandidos y ladrones. Emigrantes que son producto de la política de los gobiernos europeos, el norteamericano y las multinacionales: saquear hasta la destrucción los países africanos, el Oriente Medio y otros.
La Unión Europea intenta coordinar una posición común que tiene el mismo contenido, cerrar las fronteras a los que piden asilo expulsados de sus países por las guerras y miserias provocados por los gobiernos de los países imperialistas.
Es la misma política que Trump aplica a los países de América Latina.
Esta política se corresponde con los planes de explotación y desregulación contra los trabajadores de cada uno de sus países. Mientras con una mano acusan a los migrantes, con la otra oprimen a sus propios pueblos.
La crisis del Open Arms
Ya tuvimos ocasión en la Carta Semanal 690 de hablar sobre la cuestión de las migraciones, señalando que el capital provoca la migración y luego la aprovecha para dividir a los trabajadores y atacar sus derechos. Pero ante la situación del buque de la ONG de Badalona Open Arms nos vemos obligados a tratar de nuevo el tema.
De la misma manera que nos escandalizamos de Trump, o del Salvini de turno debemos escandalizarnos de la política de extranjería de la UE y de sus gobiernos, que –abandonadas ya las cuotas de refugiados nunca cumplidas– condena a la ilegalidad a los refugiados e inmigrantes, lo cual provoca la tragedia del Mediterráneo y revienta la legislación laboral de cada país aprovechando las reformas laborales. Se abandona a su suerte a miles y miles de personas que solo buscan una vida digna y que en el mejor de los casos se convierten en mano de obra sobreexplotada.
Macron lleva ya más de 50.000 ciudadanos expulsados de Francia. Y tras el gesto del gobierno de Pedro Sánchez con el buque Aquarius, la política de España es la misma.
Recordemos. El buque Aquarius vagaba por el Mediterráneo. Ningún gobierno daba acogida a los 630 náufragos. Sánchez, que les había rechazado, acabó por acogerlos. Sánchez se jactó en su libro Manual de Resistencia: “A mí, personalmente, el haber salvado la vida a 630 personas hace que piense que vale la pena dedicarse a la política”.
Pero eso fue el final del Aquarius y de la apertura. El gobierno italiano se quejó a los gobiernos europeos. Pronto, las ONG francesas anunciaron que el Aquarius (que había salvado a 30.000) se retiraba. Por su parte, el gobierno español cortó las alas a Open Arms. Su buque había traído a España a 450, no admitidos en otros puertos. El Gobierno español le denegó el permiso para salir a rescatar náufragos. Tras cien días amarrado en Barcelona, ante el escándalo, le permitió zarpar (como a otro buque, Aita Mari), pero sin permiso para rescatar náufragos en el Mediterráneo Central, donde acabó recalando pues el Open Arms era el único barco que podía llegar a tiempo para salvar a más de 140 personas rescatadas de las aguas del Mediterráneo, esperando a que las autoridades de Italia o Malta otorgasen permiso para ello.
Todas ellas han sido salvadas de una muerte segura, tras escapar de situaciones de violencia extrema, que se ceba sobre todo en mujeres, niñas y niños en situación de especial vulnerabilidad. Open Arms tuvo que intervenir. Anteriormente, por hacer eso mismo le habían dado los galardones European Citizen’s Prize otorgado por el Parlamento Europeo en el 2016 y el Premio “Transforma” del Comité Español de la UNICEF 2017.
Los “menas”
Paralelamente, han vuelto las devoluciones en caliente y siguen las concertinas en Ceuta y en Melilla. La Unión Europea y España pagan a Marruecos para que cace a los que salen de sus costas, mediterráneas y atlánticas, hacia el mar de Alborán y territorio español. 140 millones fue el último pago.
En febrero, los reyes de España visitaron a su primo el rey de Marruecos para desarrollar esta política con 20 tratados más. En particular, insistieron en que Marruecos acepte la devolución de los MENA (Menores extranjeros no acompañados), cuya situación está poniendo en jaque a todas instituciones estatales y autonómicas. A falta de un plan más allá de echarse la culpa unos a otros y de hacinarlos en centros empujándolos a la marginación y utilizarlos como el enemigo a batir responsabilizándoles de los recortes de libertades y derechos sociales dando alas a la interesada consigna de “nosotros primero”. En la puerta de algunos albergues, hay “menas” que acuden a dormir, pero por el día andan tirados en la calle, pues no tienen permiso de trabajo ni de ningún tipo.
Con algunas variantes en la forma, todos los gobiernos de la UE siguen la política única de Extranjería que no aceptar refugiados, ni asilados ni ciudadanos que buscan trabajo. Crean bolsas de trabajo ilegal, sin derechos, sin salarios de convenio.
De una manera u otra, de forma directa o indirecta los gobiernos acaban por acusar de mafias o colaboradores de las mafias a aquellos que en condiciones precarias tratan de salvar hombres, mujeres y niños, que abandonando lo poco que tienen para alcanzar el otro lado de la orilla donde se supone que van a encontrar como mínimo una oportunidad. Todos, desde Salvini hasta Pedro Sánchez son conocedores del riesgo que corren al poder ser violadas, esclavizados y torturados.
La ley del mar
Brindar auxilio a quienes se encuentran en peligro de muerte en el mar es una obligación consagrada en el Derecho Internacional: Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convención CONVEMAR) de 1982, por el Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar (Convenio SOLAS) de 1974 y por el Convenio Internacional sobre Búsqueda y Salvamento Marítimos (Convenio SAR) de 1979. Dicha obligación implica el salvamento, el desembarco del buque que prestó el auxilio y la conducción a un puerto seguro (art. 33 Capítulo V Convenio SOLAS).
Sin embargo no solo Italia y Malta, donde se encuentran los puertos más seguros y cercanos se niegan a cumplirla, sino que también el gobierno español, amparándose en la posición miserable de aquellos, opta por la crítica y por el aquietamiento tardando más de 15 días en reaccionar ante la petición del Open Arms, que por cierto navega con pabellón español.
El “nosotros primero”
Tal y como planteábamos en la Carta Semanal n.º 690,
“Desde siempre, el capitalismo ha utilizado las migraciones para reducir el salario. Para ello, unas veces abre ampliamente las puertas a la inmigración para aumentar la reserva de mano de obra, y otras veces aplica medidas de expulsión. Lo más frecuente es que combine las dos políticas: cuotas para los más cualificados o las nacionalidades amigas, expulsión de otros como medida de presión sobre los migrantes. Existe un mercado mundial de la mano de obra; el imperialismo de los países europeos –incluido el español– ocupó su parte con la trata de negros del comercio triangular, más tarde, entre 1870 y 1914 una oleada de inmigrantes permitió al capitalismo americano industrializarse rápidamente con mano de obra barata…”
Ya Marx y Engels en el Manifiesto Comunista (1848) declaraban “Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional”. Y más tarde Marx en su carta a Mayer y Vogt (1870) puntualizaba: “¡Y lo más importante! Todos los centros industriales y comerciales de Inglaterra poseen ahora una clase obrera dividida en dos campos enemigos, proletarios ingleses y proletarios irlandeses. El trabajador inglés común odia al trabajador irlandés como competidor que reduce el nivel de vida. Se siente hacia él como un miembro de la nación dominante y por lo tanto se convierte a sí mismo en la herramienta de sus aristócratas y capitalistas contra Irlanda, y fortalece así el dominio de aquellos sobre él. Tiene prejuicios religiosos, sociales y nacionales contra él [trabajador irlandés]. Se comporta con él como el blanco pobre con los negros de las antiguas haciendas de esclavos de la Unión Americana. El irlandés le paga con la misma moneda. Ve en el trabajador inglés tanto un cómplice como al estúpido instrumento del dominio inglés en Irlanda.
Este antagonismo se mantiene artificialmente despierto y se ve acentuado por la prensa, el púlpito, las revistas cómicas, o sea, por todos los medios a disposición de las clases dominantes. Este antagonismo es el secreto de la impotencia de la clase obrera inglesa, a pesar de su organización. Es el secreto por el cual la clase capitalista mantiene su poder. Y esta última es plenamente consciente de ello”.
De la misma manera Lenin en su carta al secretario de la Liga para la Propaganda Socialista (1915) abundaba en el tema: “En nuestra lucha por el verdadero internacionalismo y contra el “jingosocialismo”[1], denunciamos siempre en nuestra prensa a los jefes oportunistas del PS de Norteamérica, que son partidarios de restringir la inmigración de obreros chinos v japoneses (sobre todo después del Congreso de Stuttgart de 1907 y a pesar de sus resoluciones). Creemos que no se puede ser internacionalista y, al mismo tiempo, pronunciarse en favor de esas restricciones. Afirmamos que los socialistas norteamericanos, y en especial los socialistas ingleses, que pertenecen a naciones dirigentes y opresoras, si no se oponen a cualquier tipo de restricciones a la inmigración y a la posesión de colonias… y no defienden la independencia total de las colonias, son en realidad “jingosocialistas”.
El movimiento obrero, los demócratas, debemos lograr que se abran las puertas y todos se vean acogidos por la única legislación laboral y de protección social.
Los mismos estados que saquearon sus países hasta agotar los recursos, los que impusieron la guerra en su territorio, los que han causado que en sus países resulta imposible vivir son los que ahora les cierran ahora las puertas y pretenden construir muros para salvaguardar sus intereses, ajenos a la clase trabajadora.
¿Open Arms es la solución? No dudamos de la buena voluntad de los militantes de algunas ONG y en particular de Open Arms, que, con su acción ya ha salvado a miles de migrantes de una muerte segura, pero la responsabilidad es de los gobiernos europeos y sus políticas de destrucción de los derechos en cada país, así como de la utilización de la inmigración en pro de esa política.
A ellos les corresponde poner todos los medios.
España, como cualquier Estado, debe velar por el cumplimiento del derecho marítimo, y, sobre todo, el derecho a poder vivir con dignidad.
Por ello las organizaciones que dicen representar a los trabajadores, así como las que se reclaman de la democracia deben exigir a nuestro gobierno que permita la entrada de los migrantes y que estos gocen de todos los derechos (para no reventar el mercado laboral).
Esta lucha forma parte del combate por salvar y recuperar la legislación laboral y social en cada uno de nuestros países. Y es una lucha que debe ser común de los sindicatos y trabajadores de Europa –en colaboración con las organizaciones de los trabajadores de Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto…– combatiendo el expolio de esos países por la UE y los gobiernos europeos.
[1] Se denomina jingoísmo al nacionalismo exaltado partidario de la expansión violenta sobre otras naciones”