(Publicado en la Carta Semanal 602)
No vamos –evidentemente– a referirnos a la muy alabada película protagonizada por Colin Firth en alabanza a la Monarquía británica, otra institución tan caduca como la monarquía española, sino al que ha pronunciado Felipe de Borbón y Grecia (FdByG), que ocupa el trono de España en continuidad dinástica con el heredero designado por el dictador Franco y aceptado en 1976-78 por los dirigentes del PCE, del PSOE y de las principales formaciones “nacionalistas”.
Una continuidad dinástica que la Casa Real se encargó de hacer patente. Como señala el editorial de El Punt Avui, titulado “Una Corona que se quiere perpetuar”, en el que se puede leer: “Lo más importante de sus palabras y de su puesta en escena –con la reina y sus dos hijas al lado– era exhibir la perpetuidad de una Corona que fue legitimada por el franquismo, no por las urnas”.
Felipe de Borbón ha de ejercer las funciones que le atribuye la Constitución de 1978, que le consagra como Jefe del Estado (como lo era Franco) y le encarga ser “símbolo de su unidad y permanencia, [que] arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”. Ahora bien, todo el mundo reconoce que, designado en plena crisis del régimen, no ha podido recuperar el reconocimiento –que su padre tuvo y dilapidó– por parte del aparato de Estado heredado de la dictadura, de los poderes económicos y de las cúpulas imperialistas.. Así, por ejemplo, David Gistau –nada menos que en ABC- dice, en un artículo titulado “un discurso hipotenso” (!) que FdByG “vindicó a su padre y a los contemporáneos de su padre (…) Pero ocurre que es tan mecánico y frío al interpretar los discursos que todo se pierde en un tono mortecino en el cual los diputados constitucionalistas ni siquiera detectan los picos enfáticos que piden aplauso. Este Rey impecable en el ordenancismo necesita que su personalidad desborde más”. No es cuestión de temperamento personal, sino de que este Borbón tiene que ir pisando huevos, haciendo equilibrios imposibles entre la guerra cada vez más cruda contra los trabajadores y los pueblos y la fachada democrática de cartón piedra que aún pretende legitimar esos ataques.
En la situación actual, para desempeñar ese papel, ha hecho un reiterado llamamiento –que toda la prensa del régimen subraya- a la unidad y el diálogo para salvar al régimen que representa.
“Diálogo y generosidad”
La mayoría de titulares hace hincapié en un párrafo del discurso, en el que FdByG dijo que “tras los últimos procesos electorales, nuestro pluralismo político requiere de un diálogo permanente y de un debate siempre constructivo; reclama que la generosidad, la responsabilidad, el respeto y el entendimiento sean valores permanentes en la vida pública; demanda la voluntad y la capacidad de llegar a acuerdos, de lograr la mayor concertación en las cuestiones básicas”. Evidentemente, todo para sostener al gobierno Rajoy, que, para poner en práctica los “deberes” que sin duda le han puesto en su reunión con Obama y los principales presidentes europeos, va a necesitar del apoyo y la “concertación” con los dirigentes de las principales organizaciones. Son un “diálogo” y unos “acuerdos” de dirección única.
Para remachar el mensaje, FdByG añadió que “la crisis de gobernabilidad se ha resuelto, finalmente, con diálogo, con responsabilidad y también con generosidad. No hay duda de que los intereses generales han estado muy presentes en su solución”. Los intereses generales… del capital financiero y de sus instituciones, como el FMI y la Unión Europea que, junto con el representante del principal imperialismo, Obama, se congratulan de la formación de un nuevo gobierno presidido por el recortador Rajoy. Pero hay que detenerse en el lenguaje y las frases, calcados del discurso que Rajoy ha estado repitiendo durante cerca de un año: el PSOE tenía la responsabilidad de garantizar la ‘gobernabilidad’ de Rajoy, al que las urnas habían repudiado. Su ‘majestad’ habla como el tertuliano más partidista, como un hooligan del PP. De modo que para salvar los intereses generales la Corona se identifica con Rajoy, como su abuelo se identificó con Primo de Rivera, y difícilmente podrá despegarse del odio que las políticas de este gobierno levantará.
Al sometimiento a las exigencias de las instituciones que pretenden ejercer la dictadura del capital financiero se refirió precisamente FdByG, al decir que “en estas horas difíciles para ese proyecto, debemos reafirmar nuestra fe en Europa, y fortalecer el compromiso con la Unión y con los valores que la inspiran”.
Para defender el consenso de hoy, el señor Borbón y Grecia se apoyó -¡cómo no!- en el “consenso” de 1976-78, al que su familia debe el trono y las sinecuras que éste comporta, diciendo que “hace casi cuarenta años, los españoles fueron capaces de unirse para iniciar juntos un nuevo camino en nuestra historia: el camino de la reconciliación; el de la paz y el perdón”. Un camino que dejó enterrados en cunetas y fosas comunes a más de 150.000 obreros y campesinos, que dejó en su puesto (y no en la cárcel, como merecían) a los militares, jueces y policías responsables de asesinatos, torturas y represión, y que dejó en el bolsillo de unos cuantos las cuantiosas fortunas amasadas a la sombra del franquismo.
Nadie en el movimiento obrero, nadie que reivindique la democracia puede oír ese llamamiento a una falsa “reconciliación”. Aplicar los consejos de FdByG sólo puede significar para los partidos y organizaciones que representan a la clase trabajadora y a los pueblos que luchan por su libertad las más graves consecuencias, como le sucedió en su día al PCE de Carrillo y le está sucediendo al PSOE de la Gestora y su “constitucionalismo” calcado del PP.
Contra los derechos de los pueblos
No se olvidó ¡faltaría más!, Felipe de Borbón de la defensa de la “unidad de España” contra los derechos de todos los pueblos, afirmando “su compromiso con España; una gran Nación enriquecida por su diversidad a lo largo de los siglos, y de la que el Rey, como Jefe del Estado, es símbolo de su unidad y permanencia”. Defensa que no se limitó a esta mención genérica, sino que se detuvo explícitamente en el apoyo a la ofensiva del gobierno Rajoy y del aparato de Estado contra el pueblo de Cataluña. Así, FdByG dijo que “el respeto y observancia de la ley y de las decisiones de los Tribunales constituye una garantía esencial de la democracia; porque en un Estado de Derecho la primacía de la ley elimina la arbitrariedad de los poderes públicos y asegura el ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos”, para añadir, más tarde, que “el autogobierno de nuestras Comunidades Autónomas preserve las exigencias de igualdad entre todos los ciudadanos y la solidaridad entre todos los pueblos de España. Un diálogo que se vea fortalecido e impulsado por el espíritu fraternal entre todos los españoles”.
Pero la crisis del régimen se manifiesta
Pero el propio escenario mostró ante todos la crisis del régimen, esa crisis que llevó a su máximo representante a reiterar las peticiones de “diálogo”. A diferencia de otros años, la unanimidad en el apoyo a los discursos del Borbón de turno se ha roto, tanto en el propio parlamento como en los medios de prensa.
En el parlamento más de 90 diputados y senadores expresaron de uno u otro modo su rechazo al rey y a su discurso. Hubo de todo, desde quienes decidieron no estar presentes a quienes no se levantaron a la entrada de la familia Borbón, o quienes se negaron a aplaudir las palabras de FdByG. Todo ello culminado por un senador de IU que se levantó durante el discurso para desplegar una bandera republicana, que la presidenta del Congreso, Ana Pastor, no se atrevió a retirar (después explicaría que “algunos quisieran que echase más leña al fuego, pero no lo haré”, y también añadió que había hablado con Pablo Iglesias, y que éste la había manifestado que “le había disgustado” la exhibición de la bandera tricolor en ese acto.
En cuanto a la prensa, la del régimen se ha mostrado unánime en su apoyo al discurso de Felipe de Borbón, pero –como hemos visto en el caso de ABC- con un entusiasmo matizado que no oculta su preocupación por el futuro del régimen.
Así, el editorial de El País habla de “un discurso político. El Rey inaugura una legislatura con un mensaje de regeneración y diálogo”, el de La Razón se titula: “El Rey marca el camino para que se cumpla el mandato popular”, pero añade que “detrás de las palabras de su majestad está el temor a un nuevo fracaso de la legislatura”. El de ABC se titula: “El Rey reclama diálogo y generosidad. El mensaje –empieza el subtítulo– que transmitió don Felipe no pudo ser más certero…”
Pero no todo el monte es orégano. El Punt Avui dice que la falta de aplausos de unos y la ausencia de otros “pusieron de manifiesto el espejismo de unidad en el entorno de la Constitución y de la monarquía que los poderes del Estado se empecinan a imponer”, en tanto que el editorial de Ara se llama: “Miopía general en el inicio de la legislatura española” y su subtítulo: “El PP no hace ningún gesto de distensión, el Rey se pone en línea con el inmovilismo de Rajoy y castiga al PSC”.
La única salida, la República
La experiencia de los últimos años nos señala que la continuidad del régimen que Felipe de Borbón encarna sólo significa para la clase trabajadora, para la juventud y para los pueblos de todo el Estado la destrucción de todas sus conquistas sociales, la negación del derecho al trabajo, a la vivienda y a la educación, los más graves ataques a los derechos de huelga y de manifestación, la condena a la pobreza de millones de trabajadores (que ahora quieren ampliar condenado a la miseria a millones de pensionistas), la negación de los derechos de los pueblos y el enfrentamiento de unos pueblos con otros.
Frente a esta perspectiva de destrucción, hay que levantar, en todas partes, como hizo el senador por Navarra Iñaki Bernal, la bandera de la República, en la lucha por la unión libre de Repúblicas de los pueblos de todo el Estado. República que evidentemente no significa cambiar un rey por un presidente, sino que debe suponer las satisfacción de las principales reivindicaciones de los trabajadores y de los pueblos, y en particular el derecho de autodeterminación.
El Borbón indica que esa es la salida política, la perspectiva de la indispensable tarea de las organizaciones de los trabajadores en este momento, que es unir fuerzas para impedir que Rajoy pueda realizar su plan siniestro.