(publicado en la Carta Semanal 505)
Así titulaba el diario Avui su crónica sobre el discurso de Felipe VI, el Preparado. Y sin embargo, el titular del periódico catalán era una de las pocas notas discrepantes en un coro de alabanzas que abarcaba desde el PP a Podemos sobre un discurso que, un año más, era retransmitido por todas las cadenas de televisión como si se tratara del Parte de tiempos del franquismo, sin diferencias entre cadenas “conservadoras” y progresista.
Y es que para todos, salvo raras excepciones, cierta “regeneración política” es la única manera de salvar al régimen podrido del continuismo monárquico.
El borbón pide regeneración…
Desde un escenario de teatro, una salita de estar simulada que se recreó en una sala del palacio de La Zarzuela, para intentar dar la idea de que quien recibe del Estado casi 8 millones de euros que maneja de manera opaca es “un ciudadano más”, Felipe VI explicó claramente su programa: “Regenerar la vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar nuestro Estado del bienestar y preservar nuestra unidad desde la pluralidad son nuestros grandes retos”. Y, repitiendo lo que expresara su padre en el discurso del año anterior, “poner al día y actualizar el funcionamiento de nuestra sociedad democrática y conseguir que los ciudadanos recuperen su confianza en las instituciones. Unas instituciones con vigor y vitalidad, que puedan sentir como suyas”.
Una propuesta de “regeneración” cuyo marco fijó con claridad: “Respetemos la Constitución que es la garantía de una convivencia democrática, ordenada, en paz y libertad”. Y añadió que “el pueblo español, en el ejercicio de su soberanía nacional, ratificó mediante referéndum la Constitución de 1978, que proclamó nuestra unidad histórica y política y reconoció el derecho de todos a sentirse y ser respetados en su propia personalidad, en su cultura, tradiciones, lenguas e instituciones”.
Por tanto, el borbón fue claro: “regeneración” dentro de los límites de la Constitución de 1978 y sobre la base de la negación de la soberanía de los pueblos.
Todo ello sobre la base de aceptar y continuar los “sacrificios”: “la lucha contra el paro debe continuar siendo nuestra gran prioridad. El sacrificio y el esfuerzo de los ciudadanos durante toda la crisis económica exige que los agentes políticos, económicos y sociales trabajen unidos permanentemente en esta dirección, anteponiendo sólo el interés de la ciudadanía”.
¿Qué vale el Estado del Bienestar de la Monarquía si sus gobiernos e instituciones se dedican a demoler semana tras semana las conquistas y derechos sociales, atacando para ello desde el derecho de manifestación al derecho de huelga?
¿Qué es la “unidad desde la pluralidad” si el mismo discurso enarbola como una maza la Constitución contra la exigencia inmediata y concreta del pueblo catalán que quiere decidir? Si desprecia los derechos nacionales y democráticos como un problema de sentimientos?
… y recibe un apoyo casi unánime
“Los partidos, del PP a Podemos, comparten el diagnóstico del Rey”, titulaba El País (obviando que Cayo Lara era, esta vez, la nota discordante), para añadir que “Partido Popular, PSOE, CiU, y hasta Podemos, la emergente formación de Pablo Iglesias, aplaudieron —con diferente entusiasmo— la radiografía del país que trazó el Monarca”.
El apoyo del PP era evidente –no olvidemos que el discurso del rey había sido discutido con el presidente del gobierno– y el de Pedro Sánchez igualmente obligado, puesto que la dirección del PSOE optó por apoyar sin matiz alguno la sucesión monárquica. Más contradictorias son las declaraciones de Convergencia, Unión y Esquerra, pero incluso ahí, buscando complicidades en la Monarquía, Mas descubre en el discurso un reconocimiento del problema nacional.
A algunos les han sorprendido otros apoyos, y, en particular, el de Podemos.
Casi de inmediato, Pablo Iglesias escribió en twitter: “Comparto aspectos del diagnóstico del jefe del Estado pero se equivoca si piensa que los responsables de la crisis nos sacarán de ella”. A la mañana siguiente, Irene Montero, responsable de Movimientos Sociales, alababa el “buen análisis” sobre los problemas de España, para matizar que “con ilusión no se acaba con el paro ni con la corrupción”, y añadir que según ella el rey “reconoció que el cambio es inevitable”, pero eso, “no pasa por confiar en lo viejo (…) Se ha atrincherado en los planteamientos de los mismos que nos han traído a esta situación, al defender que son ellos los que deben conducir la regeneración del país”, ha asegurado. Es decir, que Podemos –continuando su proceso de “moderación acelerada”– coincide con el Rey, no cuestiona su papel, y la única diferencia que expresan es que el “cambio” sólo lo pueden conducir ellos. Algo que cuadra con la ambigüedad calculada de Podemos sobre la cuestión monarquía-república y la ausencia –igualmente calculada– de sus dirigentes en las movilizaciones contra la sucesión borbónica. ¿El “cambio” que Podemos propugna es el cambio que el rey busca?
Casi todos están de acuerdo: hay que hacer una “regeneración política” sin cambiar el régimen o poner en marcha “procesos constituyentes” y “reformas constitucionales” que no son más que dar un nuevo barniz al continuismo monárquico. Y todo ello puede hacerse como súbditos de los Borbones.
La única nota discrepante ha sido Cayo Lara, quien ha calificado el discurso de “decepcionante, continuista y contradictorio”. Lara dijo que el rey “hace continuas alusiones a una Constitución que está agotada y que incumplen de manera flagrante los poderes políticos y económicos del Estado español”. Lara ha sido el único que ha criticado abiertamente que el rey no hiciera ninguna mención explícita a los escándalos de corrupción de su propia familia, pero, de manera contradictoria, alabó al poder judicial franquista al decir que la corrupción, “no se combate de forma más efectiva por dedicarle muchos renglones, sino respetando la independencia de la Justicia sin ejercer presiones”. ¡Que les pregunten por la “independencia de la justicia” a los responsables sindicales y de Izquierda Unida perseguidos implacablemente por la juez Alaya!
¿Responde la posición contradictoria de Lara a la presión de sus militantes o a la apuesta de algunos sectores económicos y sus medios de comunicación por Podemos y no por Izquierda Unida, a pesar de su aplicación de los recortes desde el gobierno andaluz o apoyándolos desde fuera en Asturias y Extremadura? En cualquier caso, su afirmación exigiría que IU avance por el camino de la ruptura con el régimen aquí y ahora, dando un punto de apoyo a la movilización unida de los trabajadores.
¿Por qué es precisa esta unidad en torno al rey?
Esta unidad de la mayoría de fuerzas políticas, tanto de gobierno como de “oposición”, aceptando el marco político de la Monarquía y su calendario electoral que permite a Rajoy continuar un año más su política de destrucción, tiene una sola explicación: la fragilidad del régimen, su profunda crisis.
La causa última de esa crisis no es otra que su incapacidad de derrotar a la clase trabajadora y a la rebelión de los pueblos. La reciente sentencia del Tribunal Supremo que anula en buena medida lo dispuesto en la reforma laboral sobre anulación de la ultraactividad de los convenios, y que se suma a las reiteradas sentencias de la Audiencia Nacional manteniendo la cláusula de ultraactividad de los convenios firmados antes de la reforma y a la anulación judicial de los ERE de Coca-Cola y Atento demuestran que la resistencia de los trabajadores contra la reforma laboral y su aplicación está impidiendo que la reforma llegue a culminar sus objetivos. Al mismo tiempo demuestra que las contrarreformas son muy difíciles de aplicar sin participación de los sindicatos en su aplicación.
Los propios tribunales heredados del franquismo no escapan a la crisis del régimen y a la presión de la lucha de clases. De ahí que al tiempo que prosiguen las condenas y procesamientos a sindicalistas (ver informe de la plataforma de sindicalistas) se ven a veces obligados a dictar sentencias contradictorias con la política del gobierno y la reforma laboral. Sentencias que deben y pueden ser utilizadas por los trabajadores en su lucha, por ejemplo en el caso de Cocacola.
Aunque no esté en el discurso del “sexto”, la lucha de clases sigue y la sentencia del TS sobre los convenios y la nueva manifestación de Coca-Cola el 8 de enero muestra que las espadas siguen en alto.
La tarea del momento es organizar el combate para que el movimiento obrero asuma unido las exigencias fundamentales de trabajadores y pueblos que el discurso real ha tratado de ignorar y despreciar: la derogación de los recortes y contrarreformas, la anulación de los procesos a sindicalistas, la restitución de los derechos de negociación colectiva, huelga y manifestación, el reconocimiento inmediato del derecho del pueblo catalán y de todos los pueblos a decidir, la abolición de la Monarquía y la convocatoria de Cortes Constituyentes.