Una monarquía sitiada

(publicado en la Carta Semanal 478)

Carta-478Felipe VI ha sido coronado a espaldas del pueblo, despreciando la voluntad popular y con Madrid tomado policialmente para impedir que el pueblo se expresase. Los miles que a pesar de todo intentaron manifestarse se vieron acosados, bloqueados cuando no golpeados o detenidos. La Puerta del Sol –donde se habían convocado concentraciones y manifestaciones– se había convertido en un parque móvil cerrado por barreras policiales para que no se reprodujesen las masivas manifestaciones semiespontáneas que horas después de que el rey anunciase su abdicación tuvieron lugar en los pueblos y ciudades del Estado. Los manifestantes, como en los primeros de mayo de la dictadura, tenían que ir dando vueltas por las aceras hasta que les desviaban a otra parte. Llevar una camiseta tricolor podía valer la detención en esa especie de estado de excepción. Al cabo, tanto por la mañana como por la tarde algunos tenaces destacamentos –sobre todo juveniles– impusieron manifestaciones hasta la plaza de Tirso de Molina. También hubo ese día manifestaciones en una serie de ciudades, algunas relativamente importantes, que han sido silenciadas por los medios de comunicación.

Así protegido de sus súbditos, el nuevo rey recorría las calles ante la curiosidad de los turistas y del escaso público que consiguieron juntar la intensa propaganda de los medios y las instigaciones de los gobiernos local, estatal y regional. El diario El País, cuyo furor monárquico se evidenciaba en la publicación de 8 columnas de opinión, ninguna de las cuales dejaba entrever el más mínimo atisbo  republicano o siquiera pro referéndum, se veía obligado a reconocer que en ningún punto del recorrido del cortejo real se había producido lleno y que buena parte de las 50.000 banderas rojigualdas y fotos del rey que había repartido la patronal madrileña acabaron directamente en las papeleras. Porque la patronal y las grandes empresas sí apoyaron con todas sus fuerzas la sucesión borbónica. Prácticamente cada empresa del IBEX-35 pagó una página completa en los grandes medios de prensa para saludar al nuevo rey.

El discurso en la Plaza de Oriente, bastante vacía, no ha sido el único guiño franquista del hijo del sucesor nombrado por Franco, que ha acudido a la ceremonia de su coronación con el uniforme de capitán general, recordando a todos que la dinastía debe su restauración en el trono al golpe militar-fascista del 18 de julio de 1936.

Tan deslucida ceremonia ha culminado el fracaso de la operación sucesoria. Nadie esperaba que el mismo día en que se anunció la abdicación se llenasen las plazas de cientos de ciudades con manifestaciones por la República, con un gentío en la Puerta del Sol y en la Plaza de Cataluña. En los días posteriores la juventud, los trabajadores y los pueblos no han perdido ocasión para reclamar la República. El pánico se adueñó de los centros del poder. Los nuevos reyes no se atrevieron ni a invitar a un te con pastas a las casas reales europeas. La machacona propaganda mediática expresaba la histeria del régimen. El ministerio del Interior ordenó reducir la violencia policial en las calles para no manchar la imagen del nuevo rey y multiplicó la invasión policial. Hasta la selección de fútbol, con cuyas anunciadas victorias esperaban acallar la exasperación de las masas, les ha salido rana.

Nada ha podido evitar que la abdicación y la imposición del nuevo rey hayan dado pie a una irrupción republicana de sectores de masas significativos, sin precedentes. Felipe ha sido impuesto contra la movilización obrera y juvenil.

Un discurso franquista

Felipe VI se estrenó ante las Cortes con un discurso que parte de la “garantía de la unidad del Estado”, en el que los pueblos y sus derechos no existen, algo que  recuerda el viejo discurso franquista. Tampoco le faltó la referencia a las “victimas del terrorismo”, sin una palabra para los 150.000 hombres y mujeres que siguen enterrados en cunetas y fosas comunes, asesinados por los que llevaron al trono a su padre.

Dentro de este marco, el nuevo rey llamó a renovar el consenso para salvar al régimen. Es decir, puso sobre la mesa la necesidad de un “acuerdo” con los “nacionalistas” catalanes y, por supuesto, de un nuevo Pacto Social. Intenciones que son abiertamente contradictorias con las aspiraciones de los pueblos, de todos los pueblos del Estado Español, y con las principales reivindicaciones de la clase trabajadora. Consenso con para mantener un régimen cuyo aparato  judicial sigue su trabajo, con más de 200 sindicalistas perseguidos por las distintas movilizaciones, y otros tantos imputados por la juez Alaya y la fiscalía por supuestos fraudes en la negociación de EREs. Consenso sobre la base de la continuación y profundización de los ataques contra los derechos y conquistas sociales.

 

La actitud de los dirigentes de las principales organizaciones

La dirección del PSOE se ha destacado como valedora del fraude de la proclamación “real”, pisoteando la indignación expresada en todas partes por militantes, agrupaciones, direcciones regionales, cargos elegidos e incluso por tres diputados que venciendo las presiones se negaron a votar la sucesión. Para aplicar esa línea tiene que golpear a su propio partido. En estas condiciones de compromiso con el régimen y de apoyo “pasivo” (excepto donde gobierna)  a los recortes impuestos por la Unión Europea, se prepara el Congreso extraordinario que debe, según el esquema trazado pro Ferraz, cambiar de cara para aplicar la misma política, aún a riesgo de cargarse al propio partido socialista.

Pero tampoco se vio a los dirigentes de la “izquierda transformadora” en la Puerta del Sol el día 19. El apoyo formal a algunas manifestaciones no se ha traducido en una gran movilización de IU ni de otras organizaciones, hasta el punto de que la víspera de la proclamación la gobernadora de Madrid decía que no habría muchos manifestantes porque las redes sociales estaban calmadas. Digamos que esas izquierdas optaron por dejar respetuosamente que se celebrase la proclamación.

Así lo expresa la enmienda de totalidad a la ley de abdicación presentada por Cayo Lara en nombre de IU: pide un referéndum al cabo de tres meses y por tanto que nada obstaculice la coronación. Es más, si en ese referéndum se votase República, todo debería seguir igual, sólo que al cabo de otros tres meses se empezaría a discutir en las Cortes sobre la reforma constitucional. Que nada perturbe la continuidad del régimen monárquico.

Los dirigentes de PODEMOS no se ha visto que “nos representen” mejor. Aunque dicen que apoyaron algunas manifestaciones, dejaron que “la ciudadanía” allá se las componga. El líder que usó su retrato como logotipo del partido en las papeletas se ha esmerado en no dejarse ver por las manifestaciones, con las más diversas excusas, mientras que se evitaba exhibir pancartas o carteles de la organización en esa movilizaciones contra la coronación.

Sólo algunos colectivos políticos no atados por compromisos con el régimen, sobre todo juveniles, han mantenido las convocatorias a pesar de la presión policial.

Las confederaciones sindicales han marcado posición declarándose partidarias de una “reforma de la Constitución”, de contornos muy poco claros. Apoyaron las manifestaciones del 2 de junio aunque no les han dado continuidad.

No hay que olvidar que, al margen de la voluntad de unos u otros, el 2 de junio se dio la primera expresión de un movimiento de ruptura que marca desde el principio el “nuevo tiempo”.

 

Organizar el combate

El movimiento de los trabajadores con sus inmensas movilizaciones en estos años, el movimiento del pueblo catalán y todos los pueblos por la soberanía, el clamor de la marcha por la dignidad del 22 de marzo, toda esa inmensa fuerza buscaba una salida política. El 2 de junio sectores de masas han señalado la salida. Del 2 al 19 de junio ha irrumpido en las calles la exigencia de acabar con el régimen, ¡República!

Los seis millones de parados, los millones de precarios, los pueblos hartos, no van a dar tregua ni un solo día de gracia al régimen.

Los trabajadores no pueden esperar a que los dirigentes de sus organizaciones se decidan a combatir a este régimen arbitrario. Hay que organizarse para ayudar a que se abra cauce a la determinación de la clase obrera y la juventud. Como dijo el día 14 la Conferencia de la que daba cuenta la Carta Semanal anterior, es necesario “que en barrios y pueblos, en centros de trabajo y estudio se agrupen las personas y fuerzas que exigen que solo el pueblo sea soberano, se constituyan asambleas, plataformas, juntas republicanas… que actúen con decisión para allanar el camino a asambleas ampliamente representativas que asuman la lucha contra la Monarquía, por la República, por los derechos de los pueblos.”

No estamos en 1978, cuando un poderoso aparato del PCE y un PSOE que despertaba grandes ilusiones impusieron a los trabajadores y los pueblos el consenso monárquico. Tampoco los aparatos sindicales se atreven a defender abiertamente al régimen como hicieron entonces con los Pactos de la Moncloa, y acaban por dar “libertad” a sus afiliados y organizaciones para participar en las movilizaciones contra la coronación.  Se abre un periodo donde el poder del Estado y el propio régimen están cuestionados. Es la hora de luchar abiertamente por Cortes Constituyentes, por la República y el Derecho a decidir. Por una república del pueblo y para el pueblo, que anule todos los recortes y reconozca el derecho de autodeterminación, afirmando la libertad y fraternidad de los pueblos.

Sí, hemos entrado en un tiempo nuevo, el régimen está abiertamente deslegitimado.

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