Capítulo 6
Las Fuerzas políticas antes de la revolución
1.- El Partido estalinista cubano
A diferencia de otros países de Latinoamérica, en Cuba llegó a existir un potente partido comunista, con decenas de miles de miembros.
En 1925 se funda el Partido Comunista Cubano en el que participa Julio Antonio Mella. Este partido adoptará a lo largo de su existencia diversos nombres: Unión Revolucionaria Comunista en los años 30, y Partido Socialista Popular desde 1944 hasta 1962.
El PC cubano es fundado cuando ya la camarilla de Stalin está a punto de apoderarse del poder en la URSS y, amparándose en la teoría del “socialismo en su solo país”, que considera a la Internacional Comunista y a los PCs del resto del mundo como meros auxiliares dela “construcción socialista” en la URSS, en agentes del política internacional de la burocracia. Este sometimiento la política dictada por el Kremlin llevará a los estalinistas cubanos a los más variopintos vaivenes políticos, y hará que la dirección dela revolución cubana se construya al margen de y contra los dirigentes del PSP.
Durante la primera mitad de los años 30 la política de la Komintern era la del llamado “tercer periodo”, según la cual el mayor enemigo era la socialdemocracia y las demás corrientes del movimiento obrero, y toda unidad con ellas estaba prohibida. Por ello el PC cubano se opondrá a las movilizaciones antiimperialistas encabezadas por Antonio Guiteras y al gobierno de Grau (el primer gobierno apoyado por Batista), a pesar de que éste adoptó diversas medidas progresivas.
Así, cuando frente a la tiranía de Machado, la clase obrera en Cuba desencadenó una enorme batalla siendo su momento culminante la huelga general comenzada el 28 de julio de 1933, generalizada de inmediato al conjunto del país, a cambio de la legalización por el propio Machado del Partido Comunista y sus organismos sindicales, los estalinistas dan la orden general el 7 de agosto, de «volver al trabajo». Los documentos firmados en nombre de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (agencia de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo) por el estalinista Cesar Villar serán distribuidos y pegados por la propia policía de Machado en las columnas de los edificios, los postes de alumbrado y los árboles de los parques de las ciudades (1). A pesar de ello la huelga y la acción directa del proletariado continuó llegándose el 12 de agosto a una verdadera situación de guerra civil, culminando con la caída y fuga de Machado y varios jefes ministeriales, policiales y militares responsables directos de la represión.
Pronto el partido estalinista cubano adopta la línea de Frente Popular impuesta por Stalin Así escribía Blas Roca, secretario general del PCC en diciembre de 1936: “La misma burguesía nacional, entrando en contradicción con el capitalismo que la sofoca, acumula energías revolucionarias que no se deben dejar perder (…) Todos los estratos de nuestra población, desde el proletariado a la burguesía nacional pueden y deben formar un amplio frente popular contra el opresor extranjero”. Esa política se concretó en una propuesta de alianza con Grau, del Partido Auténtico, de carácter nacionalista burgués, que no aceptó la alianza.
Frente a Batista, los virajes son tremendos. En 1935, el PC lo califica de “traidor nacional”, pero cuando a cambio de una colaboración velada Batista permite a Juan Martinello la organización del PC bajo la forma del Partido de Unión Revolucionaria y luego se autoriza la salida del periódico estalinista “Hoy”, en 1938, el partido en plenario declara que Batista «ya no es el punto focal de la reacción, sino el defensor de la democracia». Y en 1939 el PC le califica de “compañero del frente unido”. Es la estrategia del Frente Popular, impuesto por Stalin a partir de la victoria de Hitler en Alemania, aplicada abiertamente en la Isla. Se llega así a la campaña electoral de 1940 en donde Batista se beneficia del apoyo total de los estalinistas cubanos, y por tanto incluye en su gobierno a dos ministros estalinistas, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez.
La política de alianza con las potencias democráticas, que Stalin aplica entre 1934 y 1939 y a partir de 1941, hace que en el segundo congreso del PCC se deje de lado la crítica a EEUU. Se aprueba la “colaboración en un programa de economía expansiva que aceptaría pagar intereses razonables para los inversores extranjeros, principalmente ingleses y norteamericanos”. Los sindicatos, que estaban controlados en un 80% por los comunistas, sacan un panfleto titulado “La colaboración de clases entre los empresarios y los obreros”.
La posición de los estalinistas cubanos ante las elecciones de 1940 era la siguiente «Fulgencio Batista y Zaldívar, cubano ciento por ciento, celoso guardador de la libertad patria, tribuno elocuente y popular… prohombre de nuestra política nacional, ídolo de un pueblo que piensa y vela por su bienestar… hombre que encarna los ideales sagrados de una Cuba nueva y que por su actuación demócrata identificado con las necesidades del pueblo, lleva en sí el sello de su valor…» (2). El 28 de enero de 1941 el propio Blas Roca escribía: «Nos mantenemos fieles a la plataforma de Batista por todas sus partes». Juan Marinello declaraba unos días después: «Los únicos hombres leales a la plataforma de Batista son los que militan en la Unión Revolucionaria Comunista». Fulgencio Batista declaraba por su parte: «Querido Blas… me es grato ratificarte mi convicción sobre la eficaz y leal cooperación que del Partido Socialista Popular y de sus dirigentes y masas ha venido y viene recibiendo mi gobierno” (3)
Para las siguientes elecciones presidenciales Carlos Saladrigas simbolizaba «la continuación del curso progresista democrático y populista de Fulgencio Batista» (Hoy, mayo 13, 1944). Sin embargo, el pueblo prefirió a Ramón Grau San Martín (Partido Revolucionario Cubano, Auténtico). El ahora PSP decidió apoyarlo (Hoy, agosto 7, 1945) y en las próximas elecciones parlamentarias profirió la consigna «¡Viva la alianza auténtico-socialista!» (Hoy, junio 4, 1946).
El apoyo a Batista en los años 40 no es sino la consecuencia de la política de “antifascismo” y del hecho de que Batista había declarado la guerra a Alemania e Italia.
En 1944, la Unión Revolucionaria Comunista se convierte en Partido Socialista Popular (PSP), poco después de que Earl Browder, dirigente del PC de los EE.UU. (cuyo libro Victoria y posguerra prologó elogiosamente el dirigente cubano Marinello) enfocara la Conferencia de Teherán (1943) como fin de la lucha de clases y propusiera transformar el PC de EE UU en simple asociación.
El PC (bajo sus diversos nombres) se beneficia de esta colaboración con Batista, quien asegura a los estalinistas el control de la organización sindical, la CTC (Central de Trabajadores Cubanos). Y se resiste a dejar esta asociación, pese al viraje de Batista hacia el anticomunismo visceral tras el golpe de estado de 1952.
Como veremos, el PC sólo se sumará a la lucha contra Batista cuando su régimen muestra ya señales inequívocas de derrumbe.
2.- La oposición comunista en Cuba.
Desde 1931 comenzaron a manifestarse muestras de discrepancias con la línea del PC por parte de algunos militantes que ocupaban responsabilidades de dirección en sus organizaciones colaterales, fundamentalmente en el Ala Izquierda Estudiantil (AIE) y en Defensa Obrera Internacional (DOI). Al mismo tiempo, a mediados de ese año aparecían signos de oposición a la línea sindical del PC en el seno de la Federación Obrera de La Habana (FOH). Estas corrientes de oposición se vinculan a la Oposición de Izquierda Internacional a partir de 1932, con la llegada a Cuba de Sandalio Junco y Juan Ramón Breá.
Sandalio Junco, de raza negra, era un dirigente del PC que desde las filas sindicales había participado en la lucha contra Machado. A inicios de 1930 fue a la URSS, donde trabajó junto a Rubén Martínez Villena en la Internacional Sindical Roja (ISR), y participó en la Segunda Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina en los primeros días de septiembre de ese mismo año, en Moscú. En la Unión Soviética entró en contacto con las ideas trotskistas bajo la influencia del español Andrés Nin, que había sido dirigente de la ISR.
Juan Ramón Breá había estado vinculado al movimiento estudiantil desde 1929 junto a Raúl Roa y bajo la orientación de Rubén Martínez Villena participó en las luchas contra la dictadura machadista.
El trotskismo en la Isla da sus primeros pasos organizativos con la creación de la Oposición Comunista de Cuba, que surge en agosto de 1932 como una fracción organizada dentro del PC. Del AIE salió el grupo principal de los que engrosaron la Oposición Comunista de Cuba. Desde mediados del año 1932, la dirección nacional de la AIE fue controlada por el grupo trotskista que en el seno de esa organización encabezaba Marcos García Villareal. La otra organización —en este caso propiamente obrera— en que los trotskistas lograron ganar influencia, fue la Federación Obrera de La Habana. En 1932, Sandalio Junco, Pedro Varela, Gastón Medina y otros trotskistas, lograron el control de la Mesa Ejecutiva de la FOH.
En septiembre, habían sido expulsados del PC además de García Villarreal, Sandalio Junco y otros militantes. Además de los dos últimos, se destacaron en la fundación del movimiento trotskista cubano un grupo de miembros del AIE, militantes del PC y de la Liga Juvenil Comunista (LJC). La oposición da sus primeros pasos organizativos y edita un folleto programático, En el camino de la Revolución En el documento se define el carácter de la revolución como popular, agraria y antiimperialista, como el enemigo principal al imperialismo norteamericano y como su aliada interna a la burguesía nativa. Las fuerzas motrices de la revolución que integrarían el frente único: obreros industriales y agrícolas, pequeños campesinos, desocupados, estudiantes y empleados. Como puede apreciarse, al menos en el plano teórico, a inicios de 1933 los trotskistas cubanos habían definido con claridad y de manera acertada, tanto el carácter que debía tener la revolución antimachadista, como al enemigo principal y los aliados y enemigos de clase. Del mismo modo, critican la línea ultrasectaria del partido estalinista: “Presentar el problema de una forma tan llana, denominando socialfascistas y lacayos del imperialismo, lo mismo a Menocal que a Mendieta, que a los grupos pequeñoburgueses y estudiantiles, sin tratar de aprovechar prácticamente las divisiones internas de estos núcleos, diferenciar sus orientaciones políticas (…) es aislar a los obreros del resto de la lucha, colocarlos en un plano tal que les será imposible agrupar en derredor suyo a las masas campesinas y sectores que se sienten oprimidos y descontentos para ocupar el poder”(4)
Desde los primeros días de julio de 1933 se inició una huelga por reivindicaciones inmediatas entre los obreros del transporte en La Habana que se fue ampliando a otros sectores laborales en todo el país hasta convertirse en una formidable huelga política general contra la dictadura de Machado. Los trotskistas cubanos y la FOH participan activamente y combaten contra el partido estalinista y sus sindicatos, que llaman a parar la huelga.
A partir de 1934, la Oposición Comunista se constituye como Partido Bolchevique Leninista. Desde su fundación, los estalinistas organizan una virulenta campaña contra los trotskistas cubanos, que culmina en 1942 con el asesinato de Sandalio Junco a manos de pistoleros estalinistas. La muerte de Junco es un golpe mortal para la organización trotskista, que desaparece entre querellas internas azuzadas por agentes provocadores del estalinismo.
A partir de 1944 los trotskistas cubanos se reagrupan en el Partido Obrero Revolucionario (POR) que seguirá más tarde a la fracción de Juan Posadas (5), convirtiéndose en POR (trotskista) hasta su prohibición por el gobierno de Castro
3.- El Movimiento 26 de Julio.
Fidel Castro, encarcelado tras el fallido asalto al cuartel Moncada, es amnistiado en 1955 y emigra a Méjico, desde donde trata de organizar la resistencia contra Batista. En Méjico crea una nueva organización: el Movimiento 26 de Julio. En su fundación, Castro lo considera como una parte del Partido Ortodoxo de Chibás. Así, en agosto de 1955, en un mensaje que envía desde el exilio al Congreso de Militantes Ortodoxos, explica: “El Movimiento Revolucionario 26 de Julio no constituye una tendencia dentro del partido: es el aparato revolucionario del chibasismo, enraizado en sus masas, de cuyo seno surgió para luchar contra la dictadura cuando la ortodoxia yacía impotente, dividida en mil pedazos. No hemos abandonado jamás sus ideales, y hemos permanecido fieles a los más puros principios del gran combatiente cuya caída se conmemora hoy”. Cuando en 1956 rompa con la dirección del Partido Ortodoxo, Castro sigue reivindicándose de los ideales de Eduardo Chibás, que a su juicio traiciona la dirección del partido al buscar un pacto con Batista. “Para las masas chibasistas el Movimiento 26 de Julio no es algo distinto a la ortodoxia; es la ortodoxia sin una dirección de terratenientes al estilo de Fico Fernández Casas; sin latifundistas azucareros al estilo de Gerardo Vázquez; sin especuladores de bolsa, sin magnates de la industria y el comercio, sin abogados de grandes intereses, sin caciques provinciales, sin politiqueros de ninguna índole; lo mejor de la ortodoxia está librando junto a nosotros esta hermosa lucha, y a Eduardo Chibás le brindaremos el único homenaje digno de su vida y su holocausto: la libertad de su pueblo, que no podrán ofrecerle jamás los que no han hecho otra cosa que derramar lágrimas de cocodrilo sobre su tumba.”(6)
Eduardo Chibás, fundador del partido Ortodoxo, comienza su actividad política como opositor al régimen de Machado, y luego se une al partido de Grau San Martín. Pero durante el segundo gobierno de Grau, escandalizado por la corrupción que campa entre las filas del gobierno, Chibás rompe con él y funda una nueva organización, el Partido del Pueblo Cubano, conocido popularmente como “ortodoxo”. La ideología de los “ortodoxos” era nacionalista y opuesta a la intervención de los EE.UU. en los asuntos cubanos, vagamente populista y se centraba especialmente en la lucha contra la corrupción. El 5 de agosto de 1951, durante una alocución en un programa de radio, Chibás se suicida tratando de que su muerte sea un revulsivo para el pueblo cubano.
El programa del Movimiento 26 de Julio es expuesto por Fidel Castro en su discurso ante los jueces del Moncada “la Historia me absolverá”. Es el conocido como “programa del Moncada”. No se trata de un programa socialista, sino de un conjunto de medidas democráticas radicales y antiimperialistas.
El Programa del Moncada se basa en “las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas inmediatamente después de tomar el cuartel Moncada y divulgadas por radio a la nación”:
“La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado” (la de 1940 era una Constitución democrática-burguesa nada radical en su contenido social). En el desarrollo de este punto se incluía la depuración del Estado de elementos corruptos y de partidarios de Batista “el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a al Constitución y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la República”.
“La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años”. Como se ve, una medida de reforma agraria a favor de los pequeños arrendatarios, y que indemniza a los grandes terratenientes.
“La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.”. La participación de los obreros en los beneficios de las empresas supone, como es lógico el respeto a la propiedad privada de las mismas y a la existencia de beneficios empresariales “legítimos”
“La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.” Con lo que tampoco se cuestiona la propiedad de los grandes terratenientes.
“La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos (…) La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.”. Por tanto, no se trataba en ningún caso de expropiar a los capitalistas y terratenientes “honrados”.
Además de estas 5 leyes, el Programa del Moncada anunciaba que “la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan.”, y añadía que “Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza y la nacionalización del trust eléctrico y el trust telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la hacienda pública”
Y en su discurso ante los jueces de Batista, Castro añade que “Un gobierno revolucionario con el respaldo del pueblo y el respeto de la nación después de limpiar las instituciones de funcionarios venales y corrompidos, procedería inmediatamente a industrializar el país, movilizando todo el capital inactivo que pasa actualmente de mil quinientos millones a través del Banco Nacional y el Banco de Fomento Agrícola e Industrial”(medida que excluye la nacionalización de la Banca) . Así, cuando expone sus planes de desarrollo económico y de mejoras sociales para Cuba, Castro dice: “¿De dónde sacar el dinero necesario? Cuando no se lo roben, cuando no haya funcionarios venales que se dejen sobornar por las grandes empresas con detrimento del fisco, cuando los inmensos recursos de la nación estén movilizados y se dejen de comprar tanques, bombarderos y cañones en este país sin fronteras, sólo para guerrear contra el pueblo, y se le quiera educar en vez de matar, entonces habrá dinero de sobra.”
Este programa meramente democrático fue mantenido por Fidel Castro incluso durante la lucha guerrillera con Batista. Así, el 12 de julio de 1957, en Sierra Maestra, Fidel firma junto con representantes de la oposición burguesa como el presidente del Partido del Pueblo Cubano, Raúl Chibás, y Felipe Pazos, ex presidente del Banco Nacional de Cuba y persona muy cercana a Prío Socarrás, líder de los auténticos el llamado Manifiesto de Sierra Maestra, en el que se dice:
“(…) el gobierno provisional deberá ajustar su misión al siguiente programa:
a) Libertad inmediata para todos los presos políticos, civiles y militares.
- b) Garantía absoluta a la libertad de información a la prensa radial y escrita, de todos los derechos individuales y políticos garantizados por la Constitución.
- c) Designación de alcaldes provisionales en todos los municipios previa consulta con las instituciones cívicas de la localidad.
- d) Supresión del peculado en todas sus formas y adopción de medidas que tiendan a incrementar la eficiencia de todos los organismos del estado.
- e) Establecimiento de la carrera administrativa.
- f) Democratización de la política sindical promoviendo elecciones libres en todos los sindicatos y federaciones de industrias.
- g) Inicio inmediato de una intensa campaña contra el analfabetismo y de educación cívica, exaltando los deberes y derechos que tiene el ciudadano con la sociedad y con la patria.
- h) Sentar las bases para una reforma agraria que tienda a la distribución de las tierras baldías y a convertir en propietarios a todos los colonos, aparceros, arrendatarios y precaristas que posean pequeñas parcelas de tierra, bien sean propiedad del estado o particulares, previa indemnización a los anteriores propietarios.
- i) Adopción de una política financiera sana que resguarde la estabilidad de nuestra moneda y tienda a utilizar el crédito de la nación en obras reproductivas.
- j) Aceleración del proceso de industrialización y creación de nuevos empleos. […]”
Se trata, como puede verse, de unos puntos aún más moderados que los del Moncada.
En un artículo en la revista Coronet de febrero de 1958, Castro declaró que no tenían planes para expropiar, ni nacionalizar inversiones extranjeras: “Yo, personalmente, he llegado a pensar que la nacionalización es, en el mejor de los casos, un instrumento engorroso. No parece que fortalezca el estado, pero debilita la empresa privada. Aún más importante, cualquier intento generalizado de nacionalización obviamente obstaculizaría el punto central de nuestra plataforma económica: la industrialización al ritmo más rápido posible. Para este fin, las inversiones extranjeras siempre estarán bienvenidas y seguras aquí.
En mayo de 1958 aseguró a su biógrafo, Dubois: “El Movimiento de 26 de julio nunca ha hablado de socializar o nacionalizar las industrias. Esto es temor estúpido a nuestra revolución. Hemos proclamado desde el principio que luchamos por el cumplimento pleno de la Constitución de 1940, cuyas normas establecen garantías, derechos y obligaciones para todos los elementos que tomen parte en la producción. Están comprendidos la libre empresa y el capital extranjero, así como otros muchos derechos económicos, cívicos, y políticos” (7).
Todavía el 2 de mayo de 1959, Castro declaró al Consejo Económico de la Organización de Estados Americanos en Buenos Aires: “No nos oponemos a la inversión privada… Confiamos en la utilidad, en la experiencia y en el entusiasmo de los inversores privados… Las empresas con inversiones internacionales tendrán las mismas garantías y los mismos derechos como las empresas nacionales” (8)
Algunos sienten más tarde la tentación de rescribir la historia y pretenden que Castro fue siempre marxista. Sin embargo, las propias palabras de Fidel hacen difícil esa empresa. Cuando estaba exiliado en México fue detenido acusado, a instancias de la policía de Batista, de ser miembro del “partido comunista”. Entonces declaró:
“¿Qué moral tiene, en cambio, el señor Batista para hablar de comunismo si fue candidato presidencial del Partido Comunista en las elecciones de 1940, si sus pasquines electorales se cobijaron bajo la hoz y el martillo, si por ahí andan las fotos junto a Blas Roca y Lázaro Peña, si media docena de sus actuales ministros y colaboradores de confianza fueron miembros destacados del Partido Comunista?”
De los guerrilleros de Sierra Maestra, sólo el Che Guevara había leído algunos textos clásicos del marxismo. Raúl Castro, el hermano menor de Fidel y “comandante del frente oriental” de la revolución, alimentaba vagas simpatías marxistas debido a su pasada adhesión a las juventudes comunistas y a un viaje realizado por los Países del Este de Europa.
¿Cómo explicar, entonces, que una organización cuyo programa no pasaba del democratismo radical acabara siendo la directora de una revolución que expropió a la burguesía y estableció un estado obrero en Cuba? Como veremos, ese desarrollo de los hechos se deberá a la combinación de la extrema descomposición del estado burgués cubano bajo Batista, la presión del movimiento de masas y los ataques del imperialismo, que fuerzan a Castro a ir cada vez más allá de lo que su programa y planes preveían.
(1) La historia oficial estalinista trataría luego de culpar exclusivamente a éste individuo de esa «traición»; pero los documentos obreros de la época denuncian la aprobación de dicha política por todas las instancias centrales del PC de Cuba, así como por la Confederación Nacional Obrera de Cuba y la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo citando expresamente a muchos otros líderes de esas organizaciones que llamaban a volver al trabajo como Vicente Álvarez Rugio, Joaquín Fau, Francisco González, Jesús Vázquez, Pedro Berges y Ordoqui
(2) «Hoy» 13 de julio de 1940
(3) Citado por Hoy el 13 de junio de 1944.
(4) Partido Comunista de Cuba. Manifiesto Programático del Buró de Oposición Comunista,
(5) J. Posadas, antiguo dirigente de la sección argentina de la IV Internacional, que siguió a Pablo durante la crisis de 1952-1953 y que más tarde rompió con el centro pablista.
(6) Fidel Castro, Fundación del MR 26 de Julio ruptura con la ortodoxia
(7) Citado por T. Draper, «Castro’s Cuba. A Revolution Betrayed?» Encounter, Londres, marzo de 1961.
(8) Plan por el adelantamiento de América Latina, La Habana 1959, p 32.
Sumario: