A propósito de la Revolución Cubana (III)

Capítulo 3

La lucha por la independencia

A pesar de que entre algunos miembros de las clases dirigentes de la isla apareció una voluntad de independencia al mismo tiempo que en el resto del continente, Cuba no obtuvo su independencia hasta finales del siglo XIX, 70 años después del resto del América española. Las tentativas revolucionarias para conseguir la independencia, que a principios del siglo XIX triunfaron en todo el continente, fracasaron en Cuba, fundamentalmente a causa de la actitud de las clases dominantes de la isla. La incipiente burguesía y los prósperos terratenientes azucareros del Occidente de la isla no aspiraban siquiera a la independencia formal. Preferían mil veces la dependencia del imperialismo español a la aterradora perspectiva de una rebelión de los esclavos. Habían asistido aterrorizadas a la revuelta de los negros de Santo Domingo, que arruinó la prosperidad colonial de la isla vecina Los propietarios cubanos, temiendo una insurrección similar en su isla, en la que los negros constituían el 56% de la población prefirieron la colaboración con la metrópoli.

De hecho, en Cuba, la primera insurrección de negros estalló en 1795, dirigida por Nicolás Morales, y la segunda, la de José Antonio Aponte, en 1812. Estos movimientos, nacidos entre los negros libres de las ciudades, fueron dominados fácilmente y reprimidos con dureza. A partir de 1843 se sucedieron diversas rebeliones de los negros en las explotaciones azucareras, en las plantaciones de café y en las empresas constructoras de ferrocarriles. Estos levantamientos de los esclavos llevaron a que entre 1845 y 1846 se consiguieran acuerdos para limitar la trata de esclavos.

En esta época la oligarquía cubana se aferra a la esclavitud, base de su prosperidad. En 1810 Cuba envió dos diputados a las cortes de Cádiz, éstas concedieron 5 de los 6 puntos que los diputados habían llevado a Cádiz pero se negaron en lo concerniente al “pacto colonial”. Los propietarios cubanos, como reacción al hecho de que las cortes habían discutido la legitimidad de la esclavitud, se inclinaron hacia el bando absolutista español y entre 1814 y 1820, mientras las colonias suramericanas se independizaban, Cuba conoció una época de prosperidad; en 1818 el rey de España le concedió la libertad de comercio a Cuba.

Al mismo tiempo, y para defender la esclavitud, algunos sectores de los propietarios cubanos llegan a pensar, entre 1842 y 1857, que los problemas de la isla se resolverían con su anexión a los Estados Unidos. Rumores sobre una posible abolición de la esclavitud y una inquietud por las revoluciones europeas de 1848 dieron fuerza al movimiento “anexionista”. Hasta 1857 y desde 1850 varios complots, animados por los estados sudistas, intentaron separar Cuba de España. Y es que a la burguesía cubana la podríamos considerar paradigmática de la sumisión hacia el imperialismo que ha caracterizado históricamente a todas las burguesías latinoamericanas. Cuando la colonización española se muestre incapaz de protegerlos de los obreros y campesinos cubanos, muchos optarán por buscar un nuevo amo en los Estados Unidos de América.

Esta actitud de las clases poseedoras determina la derrota de las primeras tentativas de lucha por la independencia, en la llamada Guerra de los Diez Años (1868 – 1878), que fue iniciada por los productores del Oriente de la isla. La Guerra de los Diez Años se inició en el ingenio La Demajagua propiedad de Carlos Manuel Céspedes y en el pueblo vecino de Yara se produjo la proclamación de la República cubana (10 de octubre de 1868, movimiento conocido como el grito de Yara). Las fuerzas españolas a cargo del general Martínez Campos que logran sofocar parte del alzamiento, que termina con la paz que se firmó el 10 de febrero de 1878: paz de Zanjón.

En esta época se produce un cambio decisivo en la economía cubana: Como fruto del libre comercio concedido por el rey de España, la economía cubana pasó a depender cada vez más de los Estados Unidos, éstos absorbían el 40% de las exportaciones y España sólo el 12%.

A partir de 1890 comienza un nueva lucha por la independencia. José Martí fundó en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, explícitamente separatista. Bajo su dirección comienza el 29 de enero de 1895 un levantamiento contra la colonización española. La guerra estalló un mes después de que Martí ordenara el levantamiento, el 24 de febrero de 1895 (conocido como grito de Baire).

José Martí es muerto por las fuerzas españolas en mayo de 1895, y en pocos meses mueren en combate otros dirigentes de los independentistas cubanos, como Antonio y José Maceo.
La lucha contra los revolucionarios cubanos es encomendada al general español Valeriano Weiler, quien pone en marcha, para debilitar el apoyo del población a los rebeldes, la política de “reconcentración”, por la que ese obliga a la población rural a reunirse en los pueblos ocupados por las tropas españolas, que pronto son rodeados de alambradas y fortificaciones,: de no hacerlo, se consideraban rebeldes y eran juzgados como tales. En estos “campos de reconcentración” vagaban hambrientos y enfermos hombres, mujeres y niños. Se calcula que entre 300.000 y 500.000 murieron (casi un tercio de la población rural dela isla).

La brutal política de Weiler parece a punto de conseguir la derrota de los rebeldes cubanos. España decide entonces, en octubre de 1897, sustituirle por Blanco y ofrecer a Cuba una limitada autonomía. Pero los Estados unidos entran en acción.

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