(Publicado en la Carta Semanal 741 – ver en catalán)
Qué duda cabe de que detrás de un adjetivo amable se pueden ocultar contenidos distintos. ¿Quién va a estar en desacuerdo con un gobierno «estable»? Pero, ¿qué quieren decir los portavoces de la Corona, como el ABC o El País, cuando hablan de «gobierno estable»? Garamendi, presidente de la CEOE, es más claro, cuando dice que «es necesario un gobierno estable para continuar las reformas». Y cuando habla de reformas, la precisión es aún mayor, se trata de continuar con la reforma laboral (y profundizarla), con el desmantelamiento del sistema de pensiones y todas las garantías que los trabajadores arrancaron al régimen en la lucha contra el franquismo y después de la muerte de Franco. Y, como derechos sociales y derechos democráticos van de la mano, esto va a la par con el reforzamiento de las leyes liberticidas, o la reafirmación de que los pueblos no tienen otro derecho que respetar y acatar la constitución del 78 que consagraba la unidad de las instituciones del Estado, heredadas del franquismo. Eso que la Constitución llama la «unidad indisoluble de la Nación Española», y que no es más que la negación de la verdadera unidad y fraternidad entre los pueblos, sobre la base de la democracia y los derechos sociales.